La ola gélida que ha envuelto a la ciudad en los últimos días no solo obliga a los neoyorquinos a buscar refugio cálido, sino que también parece haber congelado la actividad de algunos de los habitantes menos queridos de la Gran Manzana: las ratas.
Los termómetros han rondado los 26 °F (-3 °C) y bajado hasta los 20 °F (-7 °C), condiciones que resultan inhóspitas para los notorios roedores que habitan en las calles, túneles y rincones de la ciudad.
Más allá del impacto del clima, este congelante escenario ha renovado los esfuerzos de las autoridades para reducir su masiva población. ¿Será este el invierno que cambie las reglas del juego en una de las luchas urbanas más persistentes de Nueva York? Aquí lo vamos a averiguar.
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¿Por qué las ratas son una batalla eterna en Nueva York?
En la ciudad que nunca duerme, tampoco lo hacen sus roedores. La especie que reina es la rattus norvegicus, también conocida como rata noruega o rata marrón. Estas astutas criaturas han logrado prosperar en el intrincado ecosistema urbano durante generaciones, refugiándose en túneles, desagües y montañas de basura.
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Aunque es imposible contar cuántas hay exactamente, muchos aseguran que el número rivaliza con la de los propios ciudadanos, lo que las convierte en un desafío constante.
El alcalde local, Eric Adams, conocido por su propia lucha contra las ratas en su hogar en Brooklyn, decidió llevar la ofensiva a otro nivel al crear un puesto especial: el director de mitigación de roedores.
Este cargo, ocupado actualmente por Kathleen Corradi, se centra en combatir la presencia de estos invasores, con la implementación de estrategias como la de poner la basura en containers para evitar que las ratas accedan fácilmente a los desechos.
¿De qué manera la ola de frío afecta a las ratas de la Gran Manzana?
Aunque las ratas noruegas no hibernan, el frío extremo las empuja a bajar su ritmo. Según Corradi, las bajas temperaturas suprimen su actividad y afectan su capacidad de reproducción, su principal “superpoder”.
Con menos personas en las calles que generan basura accesible, encuentran menos alimento, lo que les genera estrés y reduce sus posibilidades de multiplicarse. Esta combinación convierte al invierno en un período especialmente difícil para ellas.
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Sin embargo, como explica Jason Munshi-South, profesor de ecología en la Universidad de Drexel, las ratas que logran esconderse en túneles, alcantarillas o sótanos bien protegidos pueden resistir bastante bien el frío de Nueva York.
Mientras tanto, aquellas que no tienen un refugio seguro corren el riesgo de aventurarse a lugares poco comunes, como motores de autos o espacios abandonados, y algunas incluso mueren congeladas si ya están debilitadas.