La fiebre del oro en California marcó un antes y un después en su historia. Su inicio se situó en la mañana del 24 de enero de 1848, cuando James Marshall encontró pepitas de metal brillantes en el aserradero del río Americano en Sutter’s Mill y mostró su descubrimiento a su tripulación. La icónica noticia recorrió el mundo y una gran ola de migración llegó al Estado Dorado en busca de obtener una pizca de esta riqueza, lo que se denominó por algunos medios de comunicación como una “carrera hacia las minas”.
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La población no india de California tenía un total de 14,000 habitantes en la primavera de 1849, pero para finales del año ascendió a 100,000. Tres años después, en 1853, se compondría de alrededor de 250,000 personas. No hubo lugar a dudas: el oro atrajo a residentes de todo el mundo tras el descubrimiento de Marshall en sus aguas: “La mejor oportunidad que jamás se haya ofrecido en cualquier frontera minera”.
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¿Qué significó la fiebre del oro para California?
Sacramento, las montañas Klamath, los campos de Mother Lode y el Empire Mine fueron algunos de los escenarios que habitaron los migrantes, obnubilados por encontrar el oro, que derivó en producciones de más de 2,000 millones de dólares antes de que llegara el cambio de siglo.
Otros lugares consagrados para la búsqueda de este metal fueron el Marshall Gold Discovery, los depósitos en Plumas Eureka, los pozos de minería hidráulica de Malakoff Diggins, el parque histórico estatal de Bodie o el de Cuyamaca Rancho, en la mina Stonewall.
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La fiebre del oro en California originó un significativo cambio socioeconómico en todo Estados Unidos y el Estado Dorado se posicionó como un centro global de comercio. Este fenómeno culminó en 1855, pero aquellos que llegaron últimos no tuvieron ninguna ganancia.