La frontera entre México y Estados Unidos ha sido durante años un punto crítico para el tráfico de sustancias ilícitas. Ante esta problemática cada vez más grande, la Administración para el Control de Drogas (DEA, por sus siglas en inglés) intensificó recientemente sus esfuerzos para frenar el ingreso de narcóticos al país.
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Esta tarea es cada vez más compleja para los agentes, debido a las innovadoras tácticas empleadas por los cárteles mexicanos, quienes utilizan túneles subterráneos que les permiten ingresar grandes cantidades de drogas sin ser detectados. Por eso, la DEA implementó severas estrategias.
El uso de túneles que dificulta la labor de la DEA
Aunque la mayoría de las drogas ingresan a Estados Unidos a través de vehículos en los puntos de entrada oficiales, los túneles subterráneos ganaron gran protagonismo en los últimos años. Estos pasajes, muchos de ellos equipados con rieles y sistemas de carros, son utilizados para transportar narcóticos desde México sin ser detectados en la superficie.
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Los cárteles mexicanos, como el de Sinaloa o Jalisco Nueva Generación, invirtieron grandes cantidades de dinero en la construcción de estos túneles, que a menudo están ocultos bajo almacenes, restaurantes o fábricas. Según el exagente de la DEA, Michael Brown, las autoridades deben identificar las “tapaderas” que cubren estas entradas y salidas.
Acciones de la DEA para contrarrestar el contrabando subterráneo
El enfoque de la DEA para lidiar con los túneles de contrabando es muy contundente. Junto con personal de Seguridad Nacional (DHS), la agencia destruye todas estas construcciones subterráneas mediante el uso de explosivos.
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Sin embargo, la localización de estos pasajes es todo un reto, especialmente cuando los cárteles emplean tácticas de encubrimiento. El desafío es aún mayor cuando se considera la complejidad de estos túneles, que no son simples agujeros, sino que están equipados con aires acondicionados, oficinas, y hasta sistemas de ferrocarril.