El agua cristalina de un lago en Estados Unidos esconde un peligro que preocupa a la comunidad. Científicos han advertido sobre la presencia de algas posiblemente tóxicas, cuyo impacto exacto en la salud sigue siendo objeto de investigación. Esta situación inquietante impulsa a los investigadores a evaluar el alcance real de los riesgos.
Para quienes viven cerca del lago, este desafío no es nuevo: saben que meterse en el agua podría ser peligroso. Las familias han modificado su rutina y evitan el contacto directo para minimizar riesgos, mientras aguardan respuestas de las autoridades.
¿Es solo una amenaza temporal o representa un riesgo mayor? Con cada estudio se intenta arrojar luz sobre los efectos reales de estas algas en la salud y las medidas que pueden tomarse para protegerse.
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¿Cuál es el lago estadounidense que peligra por las algas tóxicas?
El lago Erie, que se encuentra en la frontera entre Estados Unidos y Canadá, enfrenta una grave crisis ambiental. Hace 10 años, Toledo, Ohio, experimentó una interrupción en su suministro de agua potable debido a una proliferación de algas tóxicas, un evento que dejó una profunda preocupación en la comunidad.
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Desde entonces, las floraciones de algas han sido un problema recurrente en la cuenca occidental del lago de Ohio. Las lluvias primaverales llevan nutrientes, como fósforo y nitrógeno, lo que provoca un crecimiento descontrolado de este organismo que tiñe el agua de verde y genera un lodo espeso que puede resultar peligroso.
Este fenómeno es alarmante porque las microcistinas, toxinas liberadas por estas algas, pueden causar enfermedades al entrar en contacto con el agua contaminada. La situación no solo afecta a los habitantes locales, sino que también plantea preocupaciones sobre la calidad del agua en otras áreas que dependen de este recurso vital.
Medidas de los expertos para resolver el problema del agua en Ohio
Un grupo de investigadores liderado por Steven Haller se propuso encontrar soluciones para el problema. Su enfoque principal es analizar el impacto de las microcistinas en personas con afecciones previas, como el asma y problemas hepáticos. También están estudiando cómo estas sustancias pueden dispersarse en el aire y ser inhaladas.
Para ello, utilizan un dispositivo que rocía toxinas sobre células pulmonares, lo que imita la situación que ocurre cuando el agua se agita. Los resultados preliminares indican un aumento en la inflamación pulmonar, lo que es especialmente preocupante para quienes padecen enfermedades respiratorias.
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Además, han puesto en marcha un estudio a largo plazo junto a la Universidad de Michigan en Estados Unidos. Este proyecto tiene como objetivo seguir la salud de 200 voluntarios durante cinco años y recolectar información sobre su bienestar respiratorio tras examinar muestras de sangre para detectar la presencia de toxinas.