El colibrí es una de las aves más fascinantes que existen. Más allá de la iridiscencia de su plumaje, su pequeño tamaño, es su capacidad de volar hacia atrás y mantener su vuelo suspendido, lo que diferencia a este animal de los otros de su clase.
Ciertamente, su vuelo es peculiar, ya que pueden generar desde 80 a 2000 aleteos por segundo y alcanzar velocidades de 50 a 95 kilómetros por hora. Sin embargo, ello provoca que quemen rápidamente sus nutrientes; en consecuencia, la alimentación de un colibrí debe ser constante, llegando a consumir hasta más de la mitad de su peso total en un día.
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El significado de que un colibrí visite tu casa
Como decíamos, el colibrí gasta mucha energía por sus constantes aleteos y es el hambre precisamente la razón por la que podrías visualizar a alguno en tu jardín. Y como su dieta principal es el néctar obtenido de las flores, al extraerla se desarrolla la polinización, uno de los procesos biológicos esenciales.
Mejor dicho, “la polinización es la transferencia de granos de polen de la parte masculina de una flor (antera) a la parte femenina (estigma) de otra o de la misma flor”, de acuerdo el concepto de la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (CONABIO) de México.
Por otro lado, la polinización puede darse a través del viento, el agua pero sobre todo por medio de animales. Además de los colibríes, las mariposas, los murciélagos, las abejas, los escarabajos y las moscas son animales que propician este proceso biológico.
Y es que, según lo explica también la CONABIO, “los polinizadores facilitan la fecundación cruzada de las plantas, y son responsables directos de la producción de frutos en muchas especies. Además, el intercambio de polen entre distintas plantas promueve su diversidad genética”.
Por lo tanto, si alguna vez aparece un colibrí en tu jardín o terraza con vegetación y flores, no lo espantes ni le hagas daño. El aporte que hacen estos animalitos al mundo es fundamental.
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