Las mujeres en prisión están sometidas además de la privación de la libertad, a una serie de desigualdades que recrudecen su situación, todo por el simple hecho de ser mujeres.
Lo Que Callamos Las Mujeres| Mayra: La verdadera libertad
Investigaciones comprueban que a diferencia de los hombres privados de su libertad, las mujeres sufren una profunda estigmatización por incumplir el papel preestablecido en los roles de género para ellas, como el involucrarse en situaciones de carácter delictivo; además, a las mujeres se les penaliza con mayor severidad que a los hombres por delitos similares o se les mantiene por periodos más prolongados que a los hombres sin recibir sentencia, entre otras.
La cárcel en México es muy diferente para los hombres y para las mujeres. Las mujeres en prisión son castigadas más duramente por la sociedad al ser estigmatizadas por incumplir el estereotipo de la mujer y alejarse de las expectativas relacionadas con la conducta y el carácter inherentes a su género.
¿Cómo funciona?
Las prisioneras viven real y simbólicamente el extremo del cautiverio que comienza con la opresión genérica proveniente de la cultura y esta se ve ampliamente expresada en el castigo social por ser “malas mujeres” y “malas madres”, siendo ejemplo de ello la falta de visitas de familiares y parejas, o bien el hecho de que son a ellas a las que se les delega la responsabilidad de los hijos, aún cuando éstas se encuentran privadas de la libertad.
Las mujeres son por tanto, víctimas de la violencia de género aún en reclusión.
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¿Cuáles son sus causas?
El origen del doble castigo que enfrentan las mujeres privadas de su libertad se explica por la violencia patriarcal, siendo este el primer sistema de dominación y subordinación de la historia y que aún hoy, sigue siendo el sistema más poderoso y duradero de desigualdad y que menos se percibe como tal, pues se encuentra velado bajo una estructura cultural, política y social que lo soporta. El patriarcado se refuerza por mitos y creencias, roles de género, estereotipos y usos y costumbres, en los que a la mujer se le ubica por debajo del hombre en una posición de subordinación. Es por ello que las mujeres en prisión compurgan no solo la pena de cárcel por un delito cometido, sino además el castigo social por no cumplir con su rol de “buenas mujeres”.
¿Cómo se previene?
Es importante que como sociedad cuestionemos la situación de las mujeres en reclusión. Como lo señala el INMUJERES, pese a las reformas hechas al sistema penitenciario y dentro de un contexto patriarcal y discriminatorio, la autoridad sigue entrometiéndose y modelando la personalidad de las internas para que asuman la visión social que han de satisfacer, siendo dóciles e inferiores para cumplir las funciones que socialmente se les asignó. El sistema penitenciario entonces busca “feminizar” a la mujer con actividades “propias de la casa”, perpetuando en ellas el estigma y estereotipos que requieren ser superados.
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