En un rincón del tiempo, cuando las culturas convergieron en la Península Ibérica, emergió una necesidad ancestral: la de nombrar y diferenciar a las personas. Así nacieron los apellidos, una marca personal que trascendería por generaciones y se convertiría en un legado.
Pero, ¿cuáles fueron los primeros apellidos que resonaron en la lengua española? ¡Adentrémonos en el fascinante viaje a través del pasado!
Así es el cambio de orden en los apellidos de una persona.
La historia de los apellidos
En el siglo IX, España era un crisol de culturas. Romanos, godos, judíos y árabes habitaban estas tierras, una mezcla que creó un ambiente multicultural con nombres repetidos y la necesidad de distinguir a las personas. Fue en este escenario que los nobles españoles comenzaron a utilizar los apellidos para identificar a sus descendientes, estableciendo así un vínculo duradero con su linaje.
Los primeros apellidos que se tejieron en el idioma español, entre los siglos X y XI, fueron los patronímicos, un ingenioso sistema que derivaba del nombre del padre. Las terminaciones az, ez, iz y oz, otorgaban una identidad única a cada individuo. De Fernando surgía Fernández; de Rodrigo, Rodríguez; de Martín, Martínez; de Muño, Muñoz. Incluso, en algunos casos, el nombre se preservaba intacto, como García, Alonso, Beltrán y Duarte, desencadenando la creación de un entramado genealógico de proporciones asombrosas.
Inicialmente, los patronímicos seguían una transmisión paterna, como si fueran un sello familiar. Si el padre era Pedro y el hijo Rodrigo, el apellido se transformaba de Pérez a Rodríguez. Aunque en el siglo XV, estas marcas comenzaron a trascender sin alteraciones, sentando las bases para la estructura de los apellidos tal como los conocemos hoy.
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¿Cuáles fueron los primeros apellidos que se usaron en México?
A medida que el horizonte se ensanchaba, los apellidos se expandieron más allá de la Península Ibérica. Uno de los capítulos más notables se desplegó en México, donde Pedro Sánchez marcó la historia al convertirse en el primer mexicano en adoptar un apellido en el año 1550.
Un valioso testimonio de la época, incluido en el artículo “Apellidos Hispánicos en Centro-Norte de Nueva España, siglo XVI”, realizado por las investigadoras María Elena Villegas Molina y Rosa Brambila Paz, rastrea los orígenes de los apellidos en México. Según sus hallazgos, los primeros 10 apellidos que dejaron su huella en este territorio fueron:
- Sánchez
- López
- De Luna
- De la Montaña
- Ramírez
- Freyle
- De Guzmán
- De la Cruz
- De San Juan
- García
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