En la búsqueda constante de la felicidad, conceptos como el coeficiente de optimismo surgen, el cual juega un papel crucial en cómo percibimos y afrontamos las adversidades. Esta teoría, propuesta por el experto en psicología positiva Emilio Duró, sugiere que la esperanza tiene un impacto directo en nuestro bienestar y felicidad. En esta ocasión exploraremos qué es exactamente este concepto, cómo cultivarlo y cómo influye en nuestra vida diaria.
¿Qué es el coeficiente de optimismo?
El coeficiente de optimismo es un concepto utilizado en la psicología para describir la capacidad de una persona para mantener una actitud positiva ante las dificultades de la vida. Este término hace referencia a nuestra habilidad para ser resilientes y mantener una visión esperanzadora del futuro.
Según Emilio Duró, el bienestar de una persona está directamente relacionado con este coeficiente, ya que mantener una perspectiva positiva ayuda a afrontar los retos con mayor fortaleza y entusiasmo. Cuanto más alto sea el coeficiente de optimismo, más probable será que una persona se sienta feliz y plena.
Este concepto se centra en la importancia de alimentar nuestras expectativas de una manera positiva. Como explica Duró, la felicidad depende en gran medida de tener metas y objetivos que nos permitan luchar por algo, lo cual se traduce en un mayor bienestar. Si logramos imaginar un futuro prometedor y trabajamos hacia él, podemos aumentar nuestro nivel de satisfacción personal.
¿Cómo puedo mejorar mi coeficiente de optimismo?
La buena noticia es que el coeficiente de optimismo no es estático. Se puede aumentar mediante pequeñas acciones y cambios en nuestra forma de pensar. Una de las claves es cultivar expectativas positivas sobre el futuro. A pesar de que muchos gurús del bienestar nos aconsejan vivir en el presente, es crucial mantener la esperanza hacia lo que está por venir. Por ejemplo, pensar en los planes del fin de semana o en unas vacaciones próximas puede generar un estado de bienestar incluso antes de que ocurran.
El “placer anticipatorio” es una manifestación de cómo las expectativas positivas nos afectan. Así que, para aumentar el coeficiente de optimismo, podemos incorporar a nuestra vida actividades que nos emocionen y nos den algo que esperar. Fijar pequeños objetivos y planificar actividades gratificantes, como una salida con amigos o un encuentro con familiares, es una excelente manera de mantener la motivación y el optimismo.
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¿Por qué el contacto físico es importante para ser más optimista?
En la sociedad actual, donde las interacciones digitales son predominantes, el contacto físico directo se ha reducido considerablemente. No obstante, según Emilio Duró, esta falta de contacto real contribuye al aumento de la ansiedad y la depresión. La interacción física activa la liberación de oxitocina, la hormona del amor, que está vinculada con el bienestar emocional. Este neurotransmisor mejora la confianza, la seguridad y, por supuesto, la felicidad.
Para fomentar una actitud más optimista y saludable, es importante retomar el contacto físico con las personas. Abrazos, conversaciones cara a cara y compartir tiempo de calidad con amigos y familiares son prácticas sencillas que mejoran nuestro estado emocional y fomentan la resiliencia, permitiéndonos enfrentar los desafíos con una perspectiva más positiva.
¿Cómo puedo priorizar el bienestar en lugar del placer inmediato?
En la búsqueda de la felicidad, a menudo confundimos el bienestar con el placer inmediato. Sin embargo, el placer, aunque liberador de dopamina, puede generar adicción, lo que nos lleva a una búsqueda insaciable y perjudicial de gratificación instantánea. Emilio Duró explica que el bienestar no se basa en la dopamina, sino en la serotonina, la hormona relacionada con la satisfacción profunda y duradera.
La serotonina se libera cuando realizamos actividades que promueven un bienestar genuino, como hacer ejercicio, meditar, disfrutar de una conversación significativa o ayudar a los demás. Estas acciones, a diferencia de la búsqueda constante de placer superficial, nos permiten mantener una actitud positiva ante la vida y aumentar nuestro coeficiente de optimismo.
En resumen, mejorar el coeficiente de optimismo no solo se trata de ser más positivo, sino también de crear un entorno emocional que nos permita disfrutar de la vida con mayor plenitud. Al cultivar expectativas positivas, fomentar el contacto físico y priorizar el bienestar, podemos mejorar nuestra felicidad y desarrollar una actitud resiliente que nos ayude a afrontar cualquier desafío.