Lo que quisiéramos que fuera tan solo un capítulo del libro “Hijo de la guerra”, escrito por Ricardo Rafael, lamentablemente es la cotidianidad rampante que atraviesa a México de norte a sur y de este a oeste.
Un claro ejemplo es el estado de Zacatecas, que en el 2020 registró mil 065 homicidios dolosos, así como su primera masacre que dejó 15 muertos en Fresnillo.
Fresnillo es un municipio minero, de 140 mil habitantes y donde el 96% de la población reporta sentirse insegura (Inegi, 2021). Y no es para menos si recordamos los 147 homicidios en octubre del 2021 y 187 de ese mismo año en dicha localidad (SSPC, 2021).
Los homicidios continúan en Zacatecas . Si bien hubo una disminución del 15% en 2022, el problema todavía no está resuelto, pues la cifra de homicidios dolosos de enero a julio es de 798.
Gobiernos sobrepasados y ciudadanos completamente desprotegidos
Entre masacres, narcomantas y descuartizados está plagado el paisaje zacatecano, y para muestra las recientes imágenes que han dado la vuelta al mundo, donde vemos a un perro andar con una cabeza humana sosteniéndola con el hocico. Esto después de haber encontrado restos en una escena del crimen.
El drama aquí no radica en la publicación del Daily Mail o cuanto medio lo publique, el verdadero y atroz drama es que estas imágenes de película de terror, enmarcan gobiernos sobrepasados y ciudadanos completamente desprotegidos.
Cuando vemos un perro andando con una cabeza cercenada en las calles de México, “Hijo de la guerra” se convierte en la explicación de ese crimen, no porque en sí mismo se encuentren las profecías del perro zacatecano, sino por la mirada cautiva que nos adentra al funcionamiento de los carteles de la droga, un medio de corrupción, impunidad y violencia, que se recrudece día a día para garantizar su permanencia al costo que sea, y sobre las vidas que sean.
¿Será que nos estamos convirtiendo en un país de perros? ¿En un México de perra violencia y de perra impunidad?
Para los mexicanos, haber nacido perros hubiera sido más seguro, pero somos humanos y vivir como perros solo evidencia el roto Estado de derecho en nuestro país.
El fin de la violencia no llegará mañana, pero si dejamos de normalizar sus expresiones, algún día se convertirá en un episodio de la historia.
