Un refugio insano

Un refugio ayuda a estar mejor, es una búsqueda de los seres humanos para estar en paz, pero ¿qué pasa cuando ello deriva en un comportamiento compulsivo?

Escrito por: Lesli Jiménez Espinosa

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¿De qué hablamos cuando nos referimos a un refugio?

Cuando pensamos en la palabra refugio o en la acción de refugiarse, no solo es el efecto de una causa, es el resultado de huir buscando estar mejor; es escapar para estar en paz, donde las emociones y los sentimientos se miran con mucho menor intensidad, en medio de una “tranquilidad protectora” o el reset necesario para enfrentar una realidad que no aceptamos.

Recuerdo al Pr. Gary Cesar, decir que vivir con culpa es como vivir abrazando un oso de peluche que está lleno de cuchillos.

Lo curioso es que así de irracional y contradictorio es cuando encontramos “El refugio” en la necesidad compulsiva de consumir periódicamente una sustancia que nos haga sentir bien.

Su pluma, un timón que surca tempestades

Amy Liptrop, autora inglesa de sensibilidad exquisita, expresa perfectamente cómo una elección, en principio inocua, puede convertirse en un comportamiento compulsivo y dependiente. Lejos de ejemplos extremistas que nos hacen mirar a los indigentes como individuos “exóticos” perfectos para ser juzgados…

Liptrot, en su libro “The Outrun”, cuenta el tornado de su alcoholismo y cómo éste carcome su vida entre placer y llanto, entre emociones insanas y honestidad.

Su habilidad para entrelazar descripciones evocadoras del paisaje de las Islas Orcadas (Escocia) con su viaje personal es un agridulce deleite.

Disfrutando mi tiempo y en un intento poético resumiré la travesía de Amy Liptrop en su libro:

El mar murmura secretos de un pasado sombrío,

en el vaivén de las olas, su lucha se despliega,

como Jung en su viaje al inconsciente vacío,

cada paisaje es un arquetipo que se niega.

La lucha por la luz se entrelaza con la pena,

el eco de un vicio que seduce y arrastra,

en un laberinto de espejos, la mente se frena,

y en cada rincón oscuro, la locura se manifiesta.

Así, en el abismo, el alma se desvela,

la belleza se hace horror, la angustia, caricia,

cada verso es un lamento, cada imagen, centella,

un viaje hacia lo interno, donde se halla la delicia.

Así es Amy Liptrot, voz de un nuevo amanecer,

un puente entre lo oscuro y la luz que renace,

en su viaje, la esperanza florece,

y en cada verso, el corazón estremece.

Un paisaje sagrado, donde el dolor se disuelve… ¡Y parece Demi Moore!

Hace una semana se estrenó en México, La Sustancia , una película de Coralie Fargeat, protagonizada por Demi Moore y Sarah Margaret. Está basada en “The Outrun”, y nos muestra la posibilidad de escapar de lo que te incomoda (en este caso la vejez) y darte una solución instantánea, a través del placer que te da un agente extraño.

Coralie aborda el desarrollo de una dependencia a través de la fantasía y el horror, enmarcada en una estética seductora que nos recuerda la película de Demonio Neón, exponiendo una cara no muy común de la frivolidad: el dolor.

Sin embargo, ni la película ni el libro son un testimonio estéril, sino que nos reafirma que nuestras dependencias emocionales, químicas o corporales, no acaban con nosotros, somos nosotros mismos con nuestras decisiones y donde el pago no es económico, profesional o de otro tipo, el costo, lo paga el cuerpo sin siquiera darte cuenta.

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