Sábado de Gloria: Desfilan las Aguadoras en Uruapan, Michoacán

Este sábado se llevó a cabo el tradicional desfile de Las Aguadoras en Uruapan, Michoacán, este quedó a cargo de barrios tradicionales del municipio

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Escrito por: Christian Leal

Desfilan las aguadoras en Uruapan, Michoacán, lo hacen para que no falte el agua

Este sábado se llevó a cabo el tradicional desfile de Las Aguadoras en el municipio de Uruapan, Michoacán, se trata de un ritual que es ofrecido a la madre naturaleza para que no falte el agua a la población, en esta celebración participan los ocho barrios más importantes y tradicionales del municipio, el traje de las aguadoras también es muy especial consta de: un rollo, enagua, mandil, guanengo bordado o deshilado, rebozo libre sobre la espalda o cruzado, también como molde de rodete en la cabeza o huancipo, donde se coloca el cántaro, aretes y huaraches.

Pero hayotro elemento muy importante, el cántaro de barro, este es adornado de acuerdo a la creatividad de cada barrio, según la tradición, lleva flores, frutas, dulces, botellitas de licor y artesanías del tianguis, de barro o madera.

Mujeres toman agua del manantial La Rodilla del Diablo

El recorrido de Las Aguadoras

El recorrido de las aguadoras es desde el mantial “La Rodilla del Diablo"( río Cupatitzio), en donde se llenan los cántaros con el agua, y al ritmo de la música se realiza el recorrido al centro histórico de la ciudad, hasta llegar al templo de la inmaculada concepción en donde el agua es bendecida, pero debido a que, en estos momentos, no se cuenta con las condiciones debidas en el Parque Nacional, Las Aguadoras, tendrán que llenar sus cántaros, con agua de la fuente en el monumento a Fray Juan de San Miguel

Luego de tomar agua del manantial las aguadoras regresan a su pueblo para que sea bendecida

Leyenda de la Rodilla del Diablo

Todo era un paraíso en Uruapan. Pero un día, un muy amargo día, voló por toda la comarca, la noticia de que el río Cupatitzio, se había secado, los manantiales habían desaparecido, Envidioso el Diablo, de las alabanzas que se le tributaron a Dios por las bellezas del río, resolvió agotarlo y él, en persona, se metió en los manantiales para acabarlos.

Los pajaritos, se morían de sed; las flores, se habían marchitado; el exuberante follaje, antes verde y lleno de lozanía, presentaba ahora el aspecto de algo calcinado; las frutas, se caían de los árboles sin madurez y sin vida; los verdes arrozales allá, en la llanura, se morían.

Por las noches, cuando el viento cantaba en las ramas de los pinos, las tigresas y las leonas bajaban de las madrigueras con sus cachorritos a apagar la sed en el río y lo encontraban árido y seco, husmeaban por todos lados, y cuando se cansaban de buscar inútilmente, se retiraban a sus guaridas, dando lúgubres aullidos de desesperación.

Las jovencitas que iban por agua, se volvían con los cántaros vacíos y con los ojos llenos de lágrimas.

Ya todos pensaban huir y dejar desierta la población.

Pero Fray Juan, velaba por su pueblo, desde que supo la terrible noticia, multiplicó sus ayunos, aumentó sus disciplinas, prolongó sus rezos. Una tarde, congregó al atribulado pueblo de Uruapan. Los exhortó a tener fe ciega en Dios, dador de todo bien, y los invitó para que al día siguiente, llevasen en gran procesión, al lugar donde estaba el río, la imagen de la Virgen Inmaculada, toda la ciudad, hondamente conmovida, se presentó para asistir a la procesión. Abrían éstas los ciriales y la cruz alta; seguían los niños que, sin darse cuenta exacta de los acontecimientos, guiaban sus pasos inocentes hacia el exhausto río, las mujeres llorosas, enlutadas, entonaban cantos para implorar la misericordia divina.

Seguía la imagen de la Virgen, en un bello dosel azul celeste, llevada en hombros por las más guapas doncellas uruapenses, iba en seguida, Fray Juan de San Miguel, pálido, con la capa pluvial morada y con el ritual en las manos cerraba el cortejo, una inmensa multitud de varones que, dolorosamente, musitaban mil plegarias, al llegar a los manantiales, Fray Juan, empezó el exorcismo y cuentan las más viejas tradiciones que, cuando el santo religioso hizo el asperges, al caer el agua bendita entre las sedientas piedras, se escuchó una detonación espantosa, unida a temblores de tierra y a olores nauseabundos de azufre, y que un monstruo horrible escapó de los veneros. Al pasar frente a la Virgen, dobló la rodilla y dejó la huella en la roca dura. Hoy día, existe esa huella, a un lado del manantial y se le conoce con el nombre de, “La Rodilla del Diablo”.

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