Conflicto Ucrania-Rusia: Hay que cultivar nuestro jardín

El retroceso del liberalismo no causó que Rusia invadiera a Ucrania, pero sí permitió el fortalecimiento de un líder como Putin.

Escrito por: Juan Pablo Delgado

Juan Pablo Delgado, investigador de Fuerza Informativa Azteca

Pasemos a explorar cuáles son las corrientes que se ocultan en el trasfondo de este conflicto entre Ucrania y Rusia.

En primer lugar, reconocer la importancia de lo que estamos presenciando: el mayor conflicto en el continente en Europa desde las guerras en Yugoslavia, o quizás desde la guerra contra el imperialismo Nazi; sólo que ahora uno de los beligerantes es una potencia nuclear.

Y como bien apunta Anthony Faiola en The Washington Post: “Para un continente donde las guerras habían retrocedido a los libros de historia (...) el asalto de Moscú parece algo casi incomprensiblemente anacrónico, y un salto temeroso hacia lo desconocido”.

¡Pues sí! Pero mientras crece el bulto de vestiduras rasgadas de una comentocracia pasmada, la situación en Europa del Este parece tener una claridad meridiana para el periodista David Brooks, quien argumenta en The New York Times (“The Dark Century”) que lo que estamos viviendo ahora es simplemente un regreso a la normalidad.

¿Normalidad? ¡Oh sí! Brooks inicia su análisis haciendo referencia a uno de los mayores clichés de nuestros tiempos: que el sistema liberal está en retroceso. Año tras año los informes de Freedom House y el Democracy Index (The Economist) muestran cómo más países van cayendo a esa zona gris de “democracias imperfectas” o “regímenes híbridos”.

Claro que el retroceso del liberalismo -por sí mismo- no causó una invasión; pero sí constituye un factor clave para esta situación actual.

¡Veamos! Brooks argumenta -como otros expertos- que la democracia y la paz son factores completamente atípicos para la humanidad. La condición para tener paz y democracia es crear (entre otras cosas) sociedades con instituciones fuertes y asociaciones que promuevan el servicio público; con ciudadanos educados y virtuosos que comprendan los peligros de la ambición humana y la fragilidad democrática para prevenir su caída. Para esto, Brooks utiliza la analogía de un cultivo, donde no se trata sólo de aventar las “semillas” de la democracia sino de cuidar su crecimiento constantemente.

El problema -argumenta Brooks- es que hemos vivido demasiado tiempo dentro de la burbuja liberal para imaginar que existe otro sistema que pudiera suplantarlo. Pero aquí está la trampa: porque son precisamente los otros sistemas -agresivos y autoritarios- los que representan la “normalidad” y se encuentran siempre al acecho. Como una selva esperando a crecer y recuperar su terreno perdido. De esta manera, no cuidar nuestro terruño democrático no genera el caos, simplemente nos regresa al estado normal de las cosas.

¿Qué es lo normal para Brooks?

“El siglo XV, XVI, XVII y XVIII son lo normal. Grandes países como China, Rusia y Turquía controlados por líderes con inmenso poder. Eso es normal. Pequeñas aristocracias acumulando gran parte de la riqueza nacional. Normal. Asuntos globales regidos por la ley de la selva, con países grandes amenazando a los pequeños. Esa es la forma en la que ha sido la mayor parte de la historia humana”.

El retroceso del liberalismo no causó que Rusia invadiera a Ucrania, pero sí permitió el fortalecimiento de un líder como Putin que logró usar su poder como autócrata y la xenofobia para depredar sobre su vecino más débil.

Y si el problema central es nuestra complacencia con el liberalismo, haríamos bien en atender a las palabras de Voltaire y ponernos a cultivar nuestro jardín.

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