Desde las ocho de la mañana, Musumba y Omari comienzan su día en el Parque Ecológico Zacango. Despiertan y les abren las puertas de sus dormitorios para que puedan salir al patio. Los rayos del sol calientan sus pieles rugosas, que al tacto desprenden pedacitos del lodo que les ha quedado de los baños que se echan usualmente.
La vida de estos rinocerontes es acomodada, y depende de un grupo de cuatro personas de entre los que está Faustino Martínez, quien los cuida desde hace cinco años.
“Nosotros tenemos que realizar nuestras labores llueve, truene o relampaguee pues los animales dependen de nosotros”, comenta el promotor de bienestar animal, mientras checa que los dormitorios estén en orden.
Faustino trabaja en la Zona Africana del Parque Ecológico Zacango, en el Estado de México, donde se encuentran ejemplares de gran tamaño como jirafas, avestruces y la pareja de rinocerontes, pero ¿cómo convivir día a día con naturalidad con estos seres imponentes?
“Nunca vamos a competir con ellos en fuerza, por eso hay que tenerles respeto. Lo importante es observarlos para que vayas conociendo su comportamiento.” Y es esta precaución lo que le ha evitado tener algún accidente con las diversas especies -desde domésticas hasta felinas- que ha cuidado en tres diferentes parques ecológicos a lo largo de 10 años de servicio.
Después de limpiar el dormitorio de Musumba y Omari, el hombre de 45 años los revisa, esperando no encontrar alguna anomalía, porque de lo contrario tendrá que ponerse en contacto con los veterinarios del zoológico. Por fortuna, un día más los rinocerontes cuentan con buena salud, y ahora es momento de prepararles su comida.
En un almacén, al lado del dormitorio, se encuentran algunos víveres en huacales. Con un afilado cuchillo, Faustino corta en grandes trozos lechuga, zanahoria, nopal, apio y pepino, que después mezclará con pasto achicalado -parecido a la alfalfa- y un concentrado especial. Una dieta balanceada contenida en 60 kilos diarios para cada rinoceronte.
Musumba y Omari se encuentran en su patio, pero al ver llegar a Faustino con una caja grande llena de ensalada, se acercan lentamente hacia su área de comida, justo afuera de su dormitorio. Poco a poco empiezan a dar grandes bocados, y muelen lentamente sus alimentos dando sonidos dignos de un video de ASMR.
Su peso de dos toneladas y media y su débil visión no les impide ser ágiles; se les puede ver trotando, subiendo o bajando las pequeñas lomas que hay en su patio, jugando con un garrafón de plástico, a modo de pelota, e incluso, refrescándose con lodo o agua, según les apetezca.
Musumba y Omari son pareja, y con 19 y 21 años respectivamente, están en la mitad de su vida y en acoplamiento de reproducción. El embarazo de rinocerontes es de una cría y dura 18 meses, y aunque muchas veces es complicado pues Musumba, la hembra, entra en celo cada 50 días, Faustino está confiado en que pronto habrá una nueva gestación en Zacango.
A lo largo de la jornada, visitantes de todas la edades han visto a unos cuantos metros la majestuosidad del par de paquidermos, pero ahora es tiempo de regresar al dormitorio. A las 4:30 Faustino prepara un poco más de comida y agua antes de hablarles para que entren ya a descansar.
“Es maravilloso, no todos tenemos la oportunidad de trabajar con estos ejemplares”, cuenta emocionado Martínez, quien es padre de dos hijos: Alonso, de 12 años, y Sofía, de 14; y que confiesa, se sienten orgullosos de su oficio cuando les platica lo que hace diariamente, de tal manera que ella quiere ser veterinaria, motivándolo a dar lo mejor de sí en su trabajo.