En México y alrededor del mundo hay millones de aficionados al deporte, este genera emociones como alegría y algunas veces enojo. A lo largo de 90 minutos que dura un partido de futbol el cerebro recibe estímulo, pero, ¿cómo funciona?
La Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) responde algunas preguntas que surgen al ver un partido de futbol, por ejemplo: ¿por qué la derrota cuesta tanto procesarla y la felicidad por la victoria es efímera?

¿Cómo afecta el futbol al cerebro?
El profesor Víctor Manuel Rodríguez Molina del Departamento de Fisiología de la Facultad de Medicina de la UNAM explica que los humanos tienen un circuito de recompensa en el cerebro y éste se alimenta por cosas que son placenteras, hacen sentir bien o queremos seguir experimentando.
En el caso de un partido de futbol, el circuito se nutre cuando el equipo favorito gana; sin embargo, cuando hay un penal en contra, un gol o se pierde, este se decae.
El especialista detalla que cualquier evento deportivo es un “desfogue” de emociones y que el cerebro se “desconecta” para permitir que estas florezcan, tal es el caso de un partido de futbol.
Esta desconexión es la responsable de que surga el cerebro primitivo donde ya no se piensa con la corteza prefrontal, encargada del proceso de razonamiento y toma de decisiones, sino con la amígdala, encargada de las emociones.
Al ver un partido de futbol afloran las emociones sin censura, incluso puede surgir en aquellos a los que no les gusta el futbol, al integrarse y surgir esa emoción colectiva porque se contagian de lo que viven los demás.

¿El futbol es solo un juego?
A pesar de que un partido de futbol puede generar emociones positivas como la alegría o el entusiasmo, también provoca sensaciones negativas, las cuales son exhibidas constantemente en redes sociales.
El experto aclara que si bien las emociones negativas no desencadenan actitudes violentas, sí pueden dar pie a que se produzcan, pues se “pierde la razón”.
Cuando en un partido de futbol el equipo favorito pierde hay sentimientos de impotencia y de tristeza pero también de ira, la combinación de estas puede desembocar en agresiones a otras personas u objetos.
Es importante destacar que, a pesar de que se generan estas emociones, el lóbulo frontal siempre pone un freno. Si aún así hay violencia puede significar una patología ya que no es normal violentar a otro.