Ya que tengo su atención morbosos, hoy no les hablaré de la chacaleada que le aplicó el Peso Pluma a mi Nicki Nicole la noche del Super Bowl ni de las red flags del vato de Taylor Swift que le gritó a un viejito en la cara… no, hoy escribiré algunas líneas sobre el significado de este sentimiento en el Día del Amor y la Amistad .
Y ya sé que me van a apedrear el rancho porque el amor es un tema medio mamador pero es que desde el año del caldo más de uno se ha empinado una caguama (similares y conexos) pensando en estas cosas del diablo.
Por eso, vámonos por partes, como dice mi razita de la colonia Buenos Aires.
¿Qué decían los antiguos sobre el amor?
A reserva de lo que diga tu abuelito, el testimonio escrito más antiguo de la historia de la humanidad que habla tantito del amor, es un texto tallado en piedra de por ahí del 2 mil 500 antes de Cristo y que narra las aventuras del rey de Uruk, una ciudad sumeria del tiempo de los babilonios, Gilgamesh.
En la “epopeya”, el “poema” o, como le dicen los que saben, el “libro vaquero” de Gilgamesh, se describe el amor simple y llanamente como esa cosa vinculada al sexo y a la posesión del cuerpo. Ni más ni menos.
Y en ese montón de tablillas se explica la “coshadera” de Gilgamesh entre cochinadas, perversiones y el “tuya, mía, tenla, te la presto” como la expresión más pura del amor.
Luego vienen los griegos, en un salto de unos cuantos miles de años, para llegar al 300 a.C. (antes de Cristo y no antes de la Comedia) a una discusión en la peda que Platón tuvo a bien llamar “El Banquete” o el “Discurso del amor y el Eros”. ¡Un librazo!
En este texto, se narra la merluza, la rebambaramba, que se armó en la casa de Agatón de Atenas donde cada uno de sus cuates expresó lo que para ellos era el significado del amor.
De esta plática de borrachos salieron reflexiones maravillosas (mano) como la del médico Erixímaco (el Erick, pa los cuates) que explicó el amor a través de la figura del Dios Apolo “el que hiere de lejos”, que lastima a la distancia, con el arco y la flecha.
O la fantástica explicación del “Andrógino” descrito como un ser perfecto, una síntesis de la dualidad entre hombres y mujeres, cuya arrogancia de querer alcanzar el Olimpo los llevó a ser desmembrado por los rayos de Zeus.
Fragmento de El Banquete (1871, pág. 320):
“Hecha esta división, cada mitad hacía esfuerzos para encontrar la otra mitad de que había sido separada; y cuando se encontraban ambas, se abrazaban y se unían, llevadas del deseo de entrar en su antigua unidad, con un ardor tal, que abrazadas perecían de hambre e inacción, no queriendo hacer nada la una sin la otra”.
Este amor, estaba condenado a la muerte en añoranza de esa antigua unidad. Ahora lean esto último sin llorar.
La parte blíblica sobre el amor, no puede faltar
Ya lo demás no importa. Los griegos hicieron tanto que todo lo que vino después sirve pa’ dos cosas: pa’ pura madre o pa’ una chingada, pero igual vamos a revisarlo.
Por ejemplo, durante la primera mitad del siglo I después de Cristo (d.C.), Pablo de Tarso escribió las “epístolas paulinas”, o, mejor dicho, las “epístolas de San Pablo” que no eran otra cosa más que 13 cartas sobre el amor:
De ahí viene esta frase que todos se saben (Nuevo Testamento, Primera Carta a Los Corintios, Capítulo 13, 4):
“El amor es paciente, es servicial; el amor no es envidioso, no hace alarde, no se envanece, no procede con bajeza, no busca su propio interés, no se irrita, no tienen en cuenta el mal recibido, no se alegra de la injusticia, sino que se regocija con la verdad”.
Entonces, ya te las sábanas. Si no es algo de lo descrito aquí arriba no es amor, al menos no para el apóstol San Pablo. Chale chale chalequito (en hebrero).
El amor y lo prohibido
Bueno, luego del catecismo que muy probablemente te avientes el día de tu boda, por ahí del 1092 y 1164, fueron reveladas las cartas entre el profesor Abelardo y su alumna Eloisa. Una historia de amor mediada por el ejercicio de poder.
En la “Epistolae duorum amantium”, o por su traducción al español mexicano: “las cartas de los dos amantes”, se narra con particular elocuencia la violencia entre estos dos individuos, con celos, golpes, humillaciones y una dependencia asquerosa quesque decían que era “amor”.
Ciertamente, un amor de la fregada, pero con mucha poesía.
¿Me quiere o no me quiere?
No voy a hablar de “chaquespeare” porque, pues… ¿Qué es esto? ¿El canal once? No… en cambio, sí traeré de la muerte a René Descartes y su hermoso “Discurso del Método”, un texto con una idea muy clara y distinta: “los sentidos te engañan”.
En 1637, con la modernidad, el amor se convirtió en objeto de duda porque si ya no es la cachondez de Gilgamesh, la tragedia griega, o las vistas a escondidas de Abelardo y Eloisa… ¿Entonces qué chingados es el amor?
El amor se convirtió en un postulado de la razón práctica, diría Kant; lo que significa que es una abstracción con efectos en la realidad y ahí es donde la puerca tuerce el rabo porque eso es la puerta de entrada hacia la postmodernidad.
Amor líquido
Si llegaste a este punto de la lectura, te mereces un premio y por eso si me mandas un DM en Twitter o Instagram te llevarás uno de mis libros favoritos. Como sé que esto no va a suceder, continuemos…
Vamos a suponer dos cosas: el amor es un concepto y los conceptos son históricos. Es decir, en lenguaje joséagustinezco (que en paz descanse) el amor es un recipiente que nosotros rellenamos con cierto contenido.
Esta es una reflexión que -desde luego- no es mía sino de un sociólogo polaco llamado Zygmunt Bauman, quien, pensándolo un poco, lleva consigo mucho de la tradición semiológica francesa: amor líquido.
Sí, pero el PRI amó más
Dicho esto, como el Grinch que ahora soy, puedo concluir que el amor no existe más allá de su carácter formal y vacío, que nosotros llenamos y rellenamos de una u otra manera, con cierto y muy variado contenido.
Por eso lo que para unos es “amor” para otros no lo es… y así nos las vamos gastando, amando y desamando a diestra y siniestra… ¿O ustedes qué opinan? ¡Feliz Día del Amor y la Amistad!