No todo lo que brilla es oro, ni cualquier cerámica pintada es Talavera. Seguramente son muy parecidas a simple vista, pero la diferencia radica en el sonido y en la imperfección de los colores… ah, ¡y en el precio!
Con el equipo élite de Fuerza Informativa Azteca integrado por Ricardo Ruiz, Esteban Sánchez y Álex Domínguez nos adentramos a uno de los pocos talleres en donde el barro se convierte en vajillas a través de un proceso totalmente manual con la técnica heredada de los franciscanos que llegaron a Puebla en 1531.
La talavera es mucho más vieja de lo que imaginamos. Desde la antigua Babilonia ya existían los artesanos que utilizaban el lodo de los ríos Tigris y Éufrates para darle forma a los primeros platos, charolas y azulejos con los que adornaron sus edificaciones. Años después el método llegó a España y luego a nuestro país.
La vieja casona ubicada en el corazón de Puebla donde nos citaron para la entrevista parece un laberinto multicolor porque todas sus paredes están decoradas con piezas de talavera. Al fondo, en uno de los muchos patios que tiene la residencia colonial, nos encontramos a Don Ramón, maestro alfarero, quien frente a nuestros ojos convirtió un pedazo de tierra en un florero. Si, lo hizo en cuestión de segundos y nos invitó a intentarlo al ver nuestras caras llenas de asombro.
Me arremangué la camisa para darme valor frente a la cámara y empecé a amasar con mis dedos un pedazo de barro. Parecía una especie de plastilina dura y difícil de moldear. Ahí estaba yo metiéndole riñones mientras el maestro se reía a hurtadillas al ver mi escasa pericia en el tratamiento de la arcilla.
Una vez que se ha amasado, se le da la forma deseada, es decir, una taza, plato, jarrón, tetera, en fin; luego, las piezas entran al horno con una temperatura de mil o dos mil grados centígrados por 10 horas. Después, se dejan secar de 24 a 48 horas hasta que adquieren un color blanco sobre el cual serán estampadas divertidas formas con un pincel. Confieso que también lo intenté y fue un rotundo fracaso, me salía del margen, en fin. Muy mal.
Antes de ser pintadas, se les hace la prueba del oído; es decir, se toma la pieza, se saca una moneda y al golpearla se tiene que escuchar el sonido de una campana.
Incrédulo, tomé sin permiso uno de los platos expuesto en el museo de La Talavera, saqué una moneda de 5 pesos y le di un golpe, pero perdí el equilibrio y por poco se me cae el plato al piso. ¡Sentí que se me fue el alma al cielo! De hecho, el incidente quedó grabado y podrán verlo en mi cuenta de twitter @jzarzapi como uno de los bloopers de este reportaje.
Ahora échenle un ojo a lo que no salio!! Jajajajajaja @HechosDomingo @AztecaNoticias https://t.co/Q7OYRGhyXq pic.twitter.com/tHhfkXlBpv
— Jorge Zarza🇲🇽 (@jzarzap) August 27, 2021
La otra característica para comprobar la autenticidad de las piezas de talavera es la imperfección de los colores o del trazo, ya que después de ser sometidas al horno se producen algunos cambios producto de las altas temperaturas. Es normal. Es más, es lo ideal.
En cuanto al precio, V
Convertir el barro en vajillas es una tarea que los alfareros de Puebla heredaron de Babilonia! Descubra los secretos de la Talavera Poblana en los #RostrosDeMexico @HechosDomingo 9am @AztecaNoticias pic.twitter.com/OtgeH7a44p
— Jorge Zarza🇲🇽 (@jzarzap) August 27, 2021
¡Quién lo diría! Si no suena como campana o está demasiado perfecta o se la ofrecen muy barata, seguramente lo que usted tiene en sus manos es cerámica pintada.