Autoridades de Brasil informaron que aumentó a 104 el número de muertos y 35 personas siguen desaparecidas debido a la tormenta que causó inundaciones y deslizamientos de tierra en Petrópolis.
Las autoridades indicaron que esperan que el número de muertos aumente conforme avancen las labores de rescate, no obstante, más de 500 rescatistas y vecinos del lugar siguen buscando entre el lodo con la esperanza de hallar sobrevivientes.
Vecinos y familiares se sumaron como voluntarios a la tarea de rescate, utilizando palas y baldes para buscar entre el lodo a las víctimas que dejó el deslave y la tormenta.
Entre los que buscan a sus amigos y familiares está Marcelo Barbosa Costa, quien junto con sus vecinos buscan el cadáver de su esposa, que cree está enterrado debajo de lo que fue su casa.
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“Estoy seguro de que ella está aquí porque el vecino de abajo dijo que estaba en la terraza cuando vino el deslizamiento de tierra y se llevó todo. Más abajo había otros cuerpos. Los bomberos saben que ahí abajo encontramos todas nuestras pertenencias, pero nadie ha venido a ayudarnos”, dijo para Reuters.
Tormenta histórica en Petrópolis, Brasil
De acuerdo con las autoridades de Brasil, la tormenta registrada entre martes y miércoles fue la más intensa en Petrópolis desde 1932, pues superó el promedio de lluvias de todo el mes de febrero.
La tormenta provocó inundaciones y deslaves que sepultaron casas, arrastraron autos y autobuses, además dejaron cortes de cientos de metros de ancho en las laderas de las montañas de la región y dejó más de 100 muertos.
Además, 420 personas tuvieron que abandonar sus hogares para refugiarse en escuelas locales que funcionaron como albergues en Brasil.
El gobernador de Río, Claudio Castro, comparó el miércoles los daños con una zona de guerra, por su parte, el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, prometió ayudar a la región y anunció que visitará las zonas afectadas cuando regrese de su viaje a Rusia y Hungría.
Desde diciembre, las fuertes lluvias provocaron inundaciones y deslizamientos de tierra que dejaron varios muertos en gran parte de Brasil, amenazando con retrasar las cosechas y forzando brevemente la suspensión de las operaciones mineras en el estado de Minas Gerais, al norte de Río de Janeiro.