Hay una máxima en el periodismo que dice: reportero sin suerte, no es reportero.
Conocí a Mariana Otero cuando ella era estudiante de Comunicación y yo daba clases en la Universidad La Salle por ahí del 2001.
Oiga profe, ella es una de las “niñas del temblor” me comentó un alumno mientras recogía la tarea. Por supuesto que pensé en entrevistarla, pero pasó el tiempo y nunca se dio el encuentro.
Al mismo tiempo pero en otro lugar, el pediatra de mis hijos, Jesús De Rubens -papá del periodista deportivo Pablo De Rubens- me platicó que en su juventud, él participó en los rescates de quienes quedaron atrapados entre los escombros después del sismo de 1985.
La fatídica fecha del 19 de septiembre se acercaba y decidí entrevistar a Mariana Otero y al Dr. De Rubens.
Mariana detalló cuidadosamente lo que le contaron. “Tenía dos días de nacida y estaba en el área de cuneros"; luego, relató la desesperación de las enfermeras y doctores por proteger a esos recién nacidos que permanecieron atrapados por varios días, sí, días, luego de haberse derrumbado el hospital después del terremoto.
Me cuentan que uno de los rescatistas esquivó piedras y varillas retorcidas hasta que llegó como pudo a donde estábamos y nos sacó uno por uno, describe emocionada.
Al día siguiente entrevisté al Dr.De Rubens, quien me mostró el video donde aparece encaramado en una canastilla sobre una montaña de escombros.
¡Queremos a alguien delgado! Gritó uno de los bomberos que removía cascajo. El entonces joven médico se ofreció como voluntario. Tenía que recorrer arrastrado por un túnel improvisado y oscuro hasta llegar al sitio en donde se alcanzaba a escuchar el llanto de unos bebés.
De Rubens recuerda el miedo que sintió al estar dentro de aquel laberinto con olor putrefacto.
Cualquier movimiento en falso y hubiera quedado sepultado por toneladas de piedras y ladrillos.
Después de varios intentos logró llegar al área de los cuneros y rescató con vida a casi todos los niños. Uno de ellos es Mariana Otero.
Ella nunca supo el nombre de su rescatista ni él se enteró qué había pasado con aquellos niños.
No miento si les digo que nunca llegaron a conocerse. Incluso los invité al foro para presentarlos, pero ninguno de los dos llegó a la cita.
Al doctor siempre le envío saludos con Pablo porque además de ser un gran pediatra es un extraordinario ser humano, o para decirlo claro: es un héroe.
A Mariana le perdí la pista, sé que formó su empresa de comunicación. La recuerdo como una estudiante muy dedicada y responsable, siempre sentada muy derechita en el salón de clases. Poco o nunca tocaba el tema de su rescate en el 85. No era su tema favorito. Me da la impresión de que evitaba ser el centro de atención por el morbo que causaba su historia. De hecho, no me dijo que sí a la primera cuando le pedí la entrevista.
¡Vaya osadía! Rescatista y rescatada en una misma historia.
¿Coincidencia? Quizá. O como decía mi abuela Lucía “Suerte te dé Dios que el saber poco te importe”.