El Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) dio a conocer que en el Templo Mayor se encuentra, hasta el momento, el depósito más grande de estrellas de mar.
Se trata de 164 estrellas de mar encontradas como ofrenda en el Templo Mayor, conocido como el Recinto Sagrado de Tenochtitlan, que forma parte de una ofrenda investigada desde el 2019 por la la Secretaría de Cultura federal, a través del Proyecto Templo Mayor (PTM) de lNAH.
hace más de 500 años en la cúspide de su poderío, indicó el INAH, los mexicas crearon una de sus más elaboradas ofrendas, combinando elementos terrestres como una figurilla de copal y el cuerpo de un jaguar armado con un atlatl –propulsor de dardos–, junto a un sinfín de organismos marinos: corales, peces globo, caracoles y estrellas de mar
La abundancia de esta ofrenda del Templo Mayor, identificada como 178, se le considera el más grande depósito de estrellas de mar, al contar con 164, sin embargo, no se descarta que falten más.
Esta ofrenda es una de las más grandes que hemos encontrado en el Templo Mayor, por lo que, hasta no explorar los 30 o 40 centímetros de profundidad que creemos nos faltan, es difícil saber su significado, explica el arqueólogo Miguel Báez Pérez.
¿Qué significan las estrellas de mar en la ofrenda del Templo Mayor?
El INAH explicó a través de un comunicado , que las estrellas de mar son consideradas como “afortunadas casualidades”, ya que coloquialmente se le conoce como “chispas de chocolate” por el parecido que tiene su coloración amarillenta con puntos oscuros con una galleta de chispas de chocolate.
Sin embargo, se cree que las estrellas de mar se colocaron en la ofrenda por sacerdotes mexicanas y con el peso del jaguar y otros elementos se hundió en lo que se cree es una capa de fibra debajo de ella, preservando la marca de su estructura interna y sus 22 centímetros de largo entre sus puntas. Esta situación es inusual, dado que los restos de las otras 163 estrellas de mar están dispersos.
La ubicación de la ofrenda podría dar información sobre el significado que tuvo para los mexicas.
Al respecto, el INAH explicó que la ofrenda se sitúa en la etapa constructiva del Templo Mayor, cercana al año 1500, momento de transición entre los reinados de Ahuízotl y Moctezuma Xocoyotzin.
Durante el gobierno de Ahuízotl, los mexicas establecieron rutas de comercio, a la par de su expansión militar en diversas partes de Mesoamérica, de ahí la presencia en Tenochtitlan de corales traídos del Golfo de México, estrellas de mar provenientes del océano Pacífico, y un jaguar hembra que pudo haber sido traído desde regiones lejanas como el Soconusco, territorio localizado entre lo que hoy es Chiapas y Guatemala.
Basándose en fuentes históricas, como la Matrícula de Tributos, y hallazgos previos, los arqueólogos del PTM creen que la ofrenda guarda relación con la guerra, no solo por el atlatl que portaba el jaguar en una garra, sino por la ubicación en el Cuauhxicalco, edificación alineada con el costado sur del Templo Mayor , consagrado a Huitzilopochtli, dios de la guerra.
El arqueólogo Báez Pérez explica que los mexicas en su cosmovisión relacionaban las estrellas de mar y los jaguares con el cielo nocturno y la noche, siendo este felino una imagen asociada con el dios Tezcatlipoca, en su representación nocturna.
Buena parte de los pueblos mesoamericanos creían que el origen del mundo se ligaba al mar, por lo tanto, los organismos marinos eran tratados como reliquias. En el caso de los mexicas, su potencia militar les permitió traer miles de objetos marinos y recrear todo un ambiente acuático en la propia Tenochtitlan.
Expertos analizarán estrellas de mar halladas en Templo Mayor
Los arqueólogos teorizan que las 164 estrellas de mar de la Ofrenda 178 son de la especie Nidorellia armata, que se asemejan a los de los jaguares por sus cuerpos moteados, sin embargo, indicó que INAH que los investigadores seguirán explorando precisar este detalle.
Tomás Cruz Ruiz, quien trabaja en el PTM desde 1978 cuando se creó el proyecto, limpian con pincel y de forma meticulosa cada fragmento de las estrellas de mar y posteriormente se almacena en pequeños godetes plásticos para llevarlos al laboratorio para recibir tratamientos iniciales de conservación, junto con otros materiales arqueológicos.
Al respecto, Adriana Sanromán Peyron, responsable de Conservación del PTM, indicó que los elementos colocados hace medio milenio por los mexicas en las ofrendas se lograron preservar gracias a que alcanzaron un equilibrio en la caja donde los depositaron, la cual se volvió un sistema cerrado y equilibrado hasta que, al momento de descubrirla, los elementos comenzaron a interactuar con el ambiente, requiriendo de un nuevo equilibrio”.
Una vez estabilizados, los vestigios son empacados, clasificados y resguardados para los análisis que el PTM realiza con apoyo de especialistas del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología, de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), a fin de precisar datos como la identificación de las especies, la edad de los individuos o sus fases de crecimiento.
Al respecto, detallaron que las estrellas de mar son de alto valor investigativo debido a que actualmente se redujo su tamaño, aunque en la antigua Tenochtitlan alcanzaron hasta los 60 centímetros de largo de punta a punta.
La estrella de mar localizada por Báez Pérez y Cruz Ruiz continúa in situ y se analizará en las próximas semanas el modo más conveniente de retirarla en bloque del Templo Mayor, es decir, conservando el sedimento sobre el cual se encontró, para así mantener su forma y facilitar su estudio científico en laboratorio.