El Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) acaba de revelar lo que puede ser el hallazgo más importante en la zona occidente del país. Se trata de un entierro en la Zona Arqueológica de Tingambato, Michoacán, perteneciente a una misteriosa joven que formó parte de la élite y que probablemente tenía rango militar. Una “princesa guerrera” de mil 400 años.
El hallazgo se realizó en 2011, cuando investigadores del INAH descubrieron una cámara mortuoria en esta zona arqueológica, a la que nombraron Tumba II . Dentro se encontraban los restos óseos de un individuo acompañado de cerca de 19 mil objetos, que formaban parte de su majestuoso ajuar funerario.
Arqueólogos del INAH descubren una cámara funeraria de hace 1400 años
Después de una década de investigaciones, los resultados han sido sorprendentes. El arqueólogo del Centro INAH Michoacán, José Luis Punzo Díaz, asegura que los resultados de la investigación revelan la trascendencia de este entierro y del personaje inhumado, y colocan a este sitio como uno de los más importantes en la arqueología del occidente de México, en particular de Michoacán.
En un comunicado, el INAH explica que los restos óseos de la mujer fueron hallados en 2011 dentro de una cámara funeraria “construida a cinco metros de profundidad, con fuertes paredes de piedra y un techo abovedado de lajas en sentido de espiral”.
Una joven de 14 siglos
El cadáver estaba acompañado de un rico ajuar compuesto por cerca de 19 mil objetos de concha y lapidaria.
Alejandro Valdés Herrera, integrante del proyecto de investigación, señala que los análisis osteológico y de ADN, confirmaron que la mujer tenía entre 16 y 19 años al morir. Fue sepultada hacia el año 630 d.C., según el análisis de colágeno por radiocarbono, realizado en el Laboratorio de Espectrometría de Masas con Aceleradores de la UNAM.
Este dato coincide con la etapa de mayor crecimiento de Tingambato, que fue del 550 a 850 d.C.
El investigador explica que debido a la fragmentación y malas condiciones de conservación que presentaba el cráneo, el Laboratorio de Antropología Física del Centro INAH-Michoacán, efectuó una cuidadosa reconstrucción, que estuvo a cargo del antropólogo Carlos Karam Tapia.
Los análisis revelan que la joven guerrera presentaba una deformación cefálica intencional “del tipo tabular erecta”, así como trabajos de modificación dental.
Para Valdés Herrera, “si bien estas modificaciones eran recurrentes en su tiempo, se asocian a ciertos grupos de la sociedad, lo que nos lleva a pensar que era parte de la élite local”.
Su muerte es un misterio
Agregó que al analizar la dentadura, se dieron cuenta de que las modificaciones no estaban desgastadas ni presentaban evidencias de uso “por lo que pudieron haber sido realizadas en un momento cercano a su muerte”.
Los estudios también determinaron diversas paleopatologías, lo que indicaría que padeció periodos de enfermedad, como fiebre y un grado leve de desnutrición.
Sin embargo, dichas afecciones no parecen haberle provocado la muerte, por lo que todavía se desconocen las causas.
Un rico ajuar funerario
Los materiales, que formaban concentraciones en ciertas áreas del cadáver, estaban colocados sobre una cama de piedras lajas. Por lo que se determinó que se trataba de un ajuar funerario.
Debido a la cantidad y calidad de los objetos, así como por su temporalidad y el hecho de estar asociados a una sola persona, se considera uno de los más importantes encontrados en la región.
El análisis de los 18 mil 601 elementos elaborados con conchas marinas, reveló que la mayor parte de las cuentas y pendientes son de spondylus princeps, una especie proveniente del Pacífico, peculiar por su tono naranja y que fue altamente apreciada por las culturas antiguas. Destacan tres mil 38 caracoles usados como sartales.
Respecto al pectoral, éste pertenece a la tradición de ropa enconchada y estaba complementado con diez anillos de concha, uno en cada dedo, mientras que en los tobillos, la guerrera portaba sartales de cuentas en forma cilíndrica, de la especie tripsycha tripsycha, así como cascabeles elaborados con caracoles marinos.
El INAH agrega que cerca del cráneo, había una diadema de placas de concha, además de una orejera similar a las utilizadadas en el área maya (compuesta y de tipo discoidal con una cuenta cilíndrica central), aunque estaba hecha con concha y no con jade.
También había más de dos mil caracoles pequeños del género olivella; se cree que éstos fueron insertados directamente en el cabello de la joven, pues no se encontraron sobre el cráneo sino dispersos a su alrededor.
Rodeando el cuerpo, localizaron cinco átlatl o lanzadardos. Cuatro presentan agarraderas de concha y uno más de piedra verde. Según los investigadores, son versiones de lujo de estas armas y manifiestan el carácter guerrero de esta mujer.
Joyería de tierras lejanas
Otro hallazgo enigmático es el que corresponde a los 827 elementos lapidarios. Los especialistas señalan que la mayor parte de las cuentas de piedra verde, son de un mineral llamado amazonita. Aún no se ha precisado de dónde proviene, pero existen importantes vetas en Chihuahua.
En menor medida también hay de turquesa, la cual probablemente llegó del suroeste de Estados Unidos.
La mayoría de los objetos de concha y lapidaria presenta diferentes procesos de elaboración, lo que indicaría que se realizaron en diversos talleres. Así se determinó después del análisis de huellas de manufactura, en la Subdirección de Laboratorios y Apoyo Académico del INAH en conjunto con el doctor Emiliano Melgar Tísoc.
Para el arqueólogo José Luis Punzo Díaz, Tingambato fue un sitio privilegiado gracias a su ubicación, en la entrada de Tierra Caliente y la sierra fría michoacana, el cual surgió en el año 0 y tuvo una ocupación constante hasta 900 d.C.
Tingambato, que en Purépecha significa “cerro de clima templado”, se ubica entre Uruapan y Pátzcuaro. La zona arqueológica también es conocida como Tinganio o “lugar donde termina el fuego”. Destacan sus rasgos teotihuacanos, mezclados con tradiciones locales.