Honduras y El Salvador no solo comparten frontera, sino una larga lista de agobios y penurias. Por ejemplo: pobreza, crimen organizado, desigualdad, corrupción y la lista es larga.
En el caso de El Salvador , la prioridad es acabar con las pandillas; el presidente Nayib Bukele creó su propio sistema, muy cuestionado por cierto, por organizaciones internacionales y de derechos humanos.
Un modelo basado en estado de excepción, que si bien es cierto restringe derechos de los ciudadanos, no es menos cierto que ha disminuido los índices de criminalidad.
Honduras sigue “el efecto Bukele” contra las pandillas
Y ahora, Xiomara Castro quiere hacer lo mismo en Honduras. A eso le vamos a llamar “el efecto Bukele”.
Los pandilleros de El Salvador salieron huyendo, los que pudieron, y se refugiaron en Honduras en donde las medidas, hasta ahora, estaban relajadas.
Con el rancho ardiendo, a la presidenta no le quedó de otra que copiar a su vecino. Honduras vive desde el 6 de diciembre un estado de excepción y lo han prorrogado en dos ocasiones, es decir, que la violencia sigue sin estar controlada.
Parece que los resultados empiezan a notarse, la policía dice que han golpeado a estructuras criminales dedicadas a la extorsión, pero no solo eso, también han capturado a más de 4 mil 200 delincuentes, incautaron más de 800 armas de fuego, 80 kilos de cocaína y mil 300 kilos de marihuana.
Hasta ahí bien, los más contentos son los ciudadanos hondureños que llevan décadas quedando en medio de la violencia.
Pero ojo presidenta, no solo se trata de aniquilar a los maras, el problema de Honduras va mucho más allá y de fondo. Así que también dedíquese a disminuir la desigualdad, la pobreza y a recomponer las instituciones para cortar el crimen organizado a un altísimo nivel. ¡Que sí lo hay!
Porque su país no olvida que en este momento uno de los mayores criminales es el expresidente Juan Orlando Hernández, solicitado por Estados Unidos, donde será juzgado por presunto narcotráfico y posesión de armas de fuego.
