Exclusión e infantilización: Así es el edadismo, una forma de discriminación contra adultos mayores
El edadismo, discriminación por edad, afecta a la mitad de la población y es la tercera forma más común de prejuicio. Se manifiesta en diversos ámbitos.
En tiempos pasados, mostrar falta de respeto hacia las personas mayores era impensable, con consecuencias severas para quien osara hacerlo. Sin embargo, en la actualidad, esta conducta irrespetuosa ha evolucionado hasta convertirse en un problema de alcance mundial, identificado como edadismo. Se estima que una proporción significativa de la población, aproximadamente la mitad, manifiesta actitudes edadistas.
Esta forma de discriminación se dirige específicamente hacia las personas de edad avanzada, los adultos mayores, y se ha posicionado como la tercera forma de prejuicio más común a nivel global, superada únicamente por el racismo y el sexismo.
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Conductas discriminatorias hacia adultos mayores
La realidad cotidiana revela la presencia constante de este tipo de comportamiento discriminatorio. En espacios compartidos como el transporte público, se observa con frecuencia la ausencia de consideración hacia los mayores. Diversos estudios señalan que esta exclusión se manifiesta en múltiples esferas de la vida, y abordar este problema requiere una profunda reflexión social. Si bien existen jóvenes que actúan con amabilidad, también es común presenciar indiferencia ante la presencia de personas mayores, mujeres embarazadas o individuos con problemas de salud.
El edadismo se presenta en diversas formas, desde la exclusión familiar hasta actitudes condescendientes en el ámbito profesional de la salud. Un ejemplo de esto último ocurre cuando un médico se dirige a un familiar más joven para explicar un diagnóstico, asumiendo una menor capacidad de comprensión por parte del paciente mayor. Estas acciones, ya sean de exclusión o de infantilización, pueden generar en el adulto mayor sentimientos de incapacidad, desencadenando pensamientos negativos como “ya estoy viejo, ya no puedo hacer las cosas”.
Esta percepción de inutilidad comienza a deteriorar la condición física y anímica de la persona mayor, pudiendo incluso afectar su memoria y generar una sensación general de inhabilidad. Investigaciones han revelado que estos prejuicios, estereotipos y actos de discriminación son ejercidos principalmente por las generaciones más jóvenes. Una posible explicación radica en la brecha generacional, donde las nuevas generaciones sienten una desconexión y falta de entendimiento hacia las experiencias y perspectivas de las generaciones anteriores, marcadas por diferencias significativas.
Hablarles “pausado” o infantilizarlos: también sería una forma de edadismo
En ocasiones, la manera de comunicarse de los adultos mayores, que puede incluir pausas o una velocidad al hablar diferente, es interpretada negativamente por los jóvenes, quienes muestran impaciencia ante estas diferencias. Esto lleva a percibir a los mayores como incompetentes, desactualizados y con limitaciones físicas y mentales. Sin embargo, esta visión ignora la vasta experiencia y sabiduría que acumulan a lo largo de sus vidas, un legado biográfico de gran valor potencial para las nuevas generaciones.
En el contexto mexicano, la población de adultos mayores de 60 años se acerca a los 17 millones, y se prevé que esta cifra se duplique en los próximos años. Esta realidad demográfica subraya la urgencia de abordar el edadismo como un problema social significativo, promoviendo el respeto y la valoración de las personas mayores en todos los ámbitos de la sociedad.