Te conocí a través de letras. Leí lo que otros escribían de ti. Después, te conocí de oídas; por lo que me contaron de ti. Finalmente decidí conocerte.
Emprendí un viaje, con todas sus dificultades y lo hice porque quería retratarte, escuchar tus voces, ver todos tus rostros. Emprendí un viaje, con todas sus dificultades, porque complicada hace la vida a ese que te gobierna, ese que algunos llaman presidente y otros tirano dictador. Emprendí un viaje, a pesar que para tu gobierno no soy bienvenido.
Mi visita a tus tierras tuvo que ser discreta, con todas las precauciones, echando mano de toda clase de medidas para no ser una cifra más en tu lista negra de represión. Llegué a tu frontera sur, en un camión de pasajeros con una historia de turista en la mente, pero un plan de periodista en la agenda. Cargué poco equipaje, un pasaporte y un celular.
Y llegué, con la incertidumbre de lograr atravesar tu muralla migratoria. Sé que hasta ahí llegan los tentáculos de ese que te ha saqueado por más de cuarenta años. Que no te engañen. No te mentí para cruzar tus límites. Los crucé legalmente para vivirte 24/7.
Mi primera impresión de tus calles fue por la noche. Me recordó tanto a mi Chiapas, en México. Y comenzó lo que sería una experiencia desafiante.
Unas cuadras me bastaron para darme cuenta que han desaparecido el azul y blanco de tu bandera, por el rojo y negro de un “sandinismo” que te ha penetrado con la promesa de libertad y democracia y a cambio te ha propinado una dictadura repetida.
Un día fue suficiente para vivir en carne propia la mano dura de Daniel Ortega en las calles: la policía, que por el uso de un celular en tu Universidad Autónoma, me cuestionó y redujo a nada mi palabra.
Nicaragua: no logro entender cómo te han arrebatado la vida en tu propia casa. Cómo han callado las palabras de tu boca. Y es que te han quitado todo, hasta la esperanza.
Que te quede claro que tu lucha es legítima. Que estás en tu derecho de pelearla. No creas que “un comandante” o su “su compañera” ni cualquier “sapo” puede convencerte que “la dictadura” es el futuro.
A esta carta no le quiero poner cifras. Porque detrás de los números, sean exiliados, presos, muertos o cualquier víctima, están las vidas, las historias que se han dejado de contar a causa de una crueldad inhumana.
Sé que estás silenciada por miedo, pero tu lucha se ha convertido en la lucha de otros que han entendido que no se puede ser indiferente ante el dolor de una nación. Que esa sea tu esperanza. Saber que no hay dictadura que dure cien años, que tarde o temprano, Daniel Ortega cae.
Nicaragua: respira.