Las redes sociales se han convertido en la Inquisición moderna

Ahora cualquiera se cree policía de la moral, ser un inquisidor en redes sociales es la constante que se divide en dos: el discurso violento y la agresión.

Escrito por: Lesli Jiménez Espinosa

leslie jimenez la inquisición

En un mundo en el que ahora cualquiera se cree policía de la moral, ser unos inquisidores innecesarios y dañinos es la constante que tiene dos vertientes: la primera es abiertamente violenta en su discurso, y la segunda es una forma pasiva agresiva de ataque.

¿Y a qué me refiero con la forma pasiva?


Es claro que si bien estamos re aprendiendo socialmente muchas cosas en aras de evitar cualquier clase de discriminación y violencia. Existe un opuesto justiciero que actúa bajo la misma premisa: condenar lo inapropiado, pero haciendo justamente lo que critica, o sea hacer daño y a eso me refiero con el discurso pasivo violento.

La web justicia

Veamos qué sucede con el sitio web change.org . Una plataforma sin fines de lucro que funge como trampolín para peticiones sociales, en la cual se plantea una afirmación y se comparte para recabar firmas ¿Con qué fin? Reprobar públicamente una acción, persona o whatever. Una cara del escarnio público del siglo XXI.

Hay que subrayar que las peticiones de este sitio no tienen ninguna validez legal, así que no importa si reunieron millones de firmas.

Entonces, ¿Para qué lo hacen? Existen partidarios de la plataforma que afirman que la presión mediática del sitio web es imperante sobre el objeto u actor reprobado.

Pero también hay detractores que cuestionan la utilidad de change.org, y la racionalidad de quienes proponen peticiones y quienes las firman, ya que naturalmente tienen dudas sobre un comportamiento que no vislumbra un fin. Como si el fin en sí mismo fuera Change.org y ya.

El gran problema

En los últimos años, al menos en internet, nos hemos subido a una práctica inquisitiva que consiste en señalar y dirigir involuntariamente a la audiencia a que ataque a cierto protagonista. Sin preguntarnos ¿Y luego qué? Okay ya lo denostaron, ya le recordaron a su madre, ya le recitaron cuanta palabra altisonante, pero eso no hace justicia y tampoco lleva a la justicia.

La historia se repite

Algo así como la novela histórica de Héctor Zagal, situada en la nueva España, y que tiene como eje central la persecución a los herejes, sustentada por dichos y decretos violentos.

Lo curioso, recae en la fascinación humana por el escarnio público, y es que las plazas hechas una hoguera, se abarrotaban de un audiencia que maldecía los últimos momentos de los desafortunados y daba gusto al morbo.

Afortunadamente, la barbarie religiosa se detuvo, pero no nos dimos cuenta que conformamos una nueva inquisición en las redes sociales, esa que se gesta juntito de nuestros prejuicios, filias, fobias y complejos.

Creyendo que la desaprobación social, no solo condena sino reeduca a los individuos y elimina las conductas negativas, pero la realidad es que se ejerce un linchamiento digital, en el que cualquier usuario puede morbosear y “echar más leña al fuego”.

¿Y qué pasa cuando además de ser practicantes de la audiencia violenta, atacamos a un inocente? Nada, porque la masa enardecida nunca asumirá las consecuencias de sus actos.

¿Y luego qué?

Mientras nos sigamos creyendo los paladines de la corrección política, lejos vamos a estar de eliminar la violencia y solo vamos a promover la censura y un humanismo hipócrita, centrado en las formas y no en el fondo.

Porque los cambios verdaderos surgen desde nuestras individualidades, desde nuestra manera elegir hacer el bien, pudiendo hacer el mal.

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