¿Por qué las mujeres latinoamericanas optan por tener menos hijos?

En los últimos años, se ha mostrado una tendencia a la baja en la maternidad, pues las mujeres prefieren su participación en el mercado laboral que en la maternidad.

Por: Ilse Lorena Trejo

El fenómeno del descenso en la tasa de natalidad es cada vez más evidente en México y en varios países de América Latina. En décadas pasadas, específicamente en los años 60, las mujeres en esta región tenían un promedio de cinco a seis hijos. Sin embargo, en la actualidad, este número ha disminuido drásticamente, con un promedio de solo uno o dos hijos por mujer.

Este cambio demográfico no solo se refleja en la cantidad de hijos que las mujeres deciden tener, sino también en la edad a la que eligen convertirse en madres. Hoy en día, muchas mujeres están retrasando la maternidad, teniendo su primer hijo alrededor de los 30 años. Este fenómeno se ha visto influenciado por múltiples factores sociales y económicos.

Mujeres priorizan su trabajo sobre la maternidad: una de las principales causas

Uno de los principales obstáculos que enfrentan las mujeres es la carga desproporcionada de las responsabilidades del hogar y el cuidado de los niños. En México, por ejemplo, el 88% de quienes realizan las tareas domésticas y cuidan a los niños son mujeres, mientras que solo el 12% corresponde a hombres. Esta dinámica hace que muchas mujeres opten por priorizar su trabajo sobre la maternidad.

En el contexto latinoamericano, países como Chile y Colombia presentan tasas de fecundidad alarmantemente bajas, con un promedio de un hijo por mujer. Esto contrasta con otras naciones donde las tasas son más altas, pero aun así están en descenso. La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) ha señalado que la región ha experimentado una caída del 68.4% en su tasa de fecundidad desde 1950, cuando las mujeres tenían un promedio de 5.5 hijos.

La tendencia actual sugiere que para el año 2030 habrá más personas mayores de 80 años que bebés menores de un año en todo el mundo, lo que plantea serios desafíos para las políticas sociales y económicas. Este cambio demográfico podría afectar no solo la estructura familiar, sino también el mercado laboral y los sistemas de pensiones.

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