“Venimos con mucha devoción”: Las plegarias que no se escuchan en la Basílica de Guadalupe

Millones de peregrinos se dieron cita a la Basílica de Guadalupe; esperando que entre tantas peticiones, sus plegarias resuenen a la Virgen de Tepeyac.

Por: Edgar Galicia

La Basílica de Guadalupe se llenó de fervor en la madrugada del 12 de diciembre. Desde todos los rincones del país, millones de fieles llegaron para cantarle las mañanitas a la Virgen; una tradición que cada año une a devotos en un espectáculo de fe y agradecimiento.

Pero, el flujo de peregrinos no se detuvo al amanecer. Hombres, mujeres, niños e incluso mascotas continuaban llegando en oleadas. Cada uno con su propia historia, cada uno con su propia petición, que pese al ruido, confían en que la Virgen de Guadalupe los escuche.

La Basílica de Guadalupe en CDMX: un recinto de fe y devoción

“Gracias a Dios ya tenemos más o menos 12 años viniendo a ver a la Virgen de Guadalupe hasta aquí, hasta su gran casa. Vinimos con mucha devoción”, dice uno de los fieles mientras ajusta su andar cansado, pero lleno de esperanza.

Entre el bullicio de oraciones y cantos, hay historias que se esconden a nivel de piso. Historias que muchas veces pasan desapercibidas entre la multitud, pero en medio del ajetreo, una joven madre llamada Mitzi avanza acompañada de sus dos pequeñas.

Las pequeñas Ana de 5 años y Ale de 2, no comprenden lo que pasa, pero desde su inocencia, saben la importancia que tiene la Morenita del Tepeyac en el colectivo imaginario.

“Gracias Virgencita por haberme permitido llegar con mis hermanas, con mi familia”, dice Mitzi mientras motiva a sus hijas a seguir caminando. Detrás de ella viene Fernando, su esposo, quien sobre su espalda carga a su hijo de 5 años.

Plegarias cargadas de fe y de ilusión en la Basílica de Guadalupe

Historias como las de Mitzi y Fernando se multiplican por millones. Cada paso dado, cada lágrima derramada, lleva consigo un ruego, una petición que esperan que la Guadalupana escuche.

En este mar de personas también hay peregrinos acompañados de sus mascotas, para agradecer por la salud de sus fieles amigos. Sin embargo, no todos cumplen con el lema “Juntos venimos, juntos nos regresamos”, ya que algunos animales son abandonados en la capital , hechos que ensombrecen los festejos.

Día y noche, las plegarias siguen resonando. Desde los rezos más silenciosos hasta las mañanitas más estruendosas, todo converge en un mismo punto, que muestra como la fe de todo un país sigue latiendo.

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