A pocos minutos de la Ciudad de México existe una región en donde nacen árboles que nunca se marchitan.
“Tienes que ir a Metepec”, me dijo Pablito, Productor Creativo del equipo élite de FIA.
En esta zona del país hay dos tipos de personas que trabajan la tierra; unos surcan el campo para sembrar y otros toman la tierra en sus manos para hacer esculturas.
Hilario Hernández es uno de los herederos de esa tradición que los Franciscanos impulsaron en los primeros años de la Nueva España: elaborar el árbol de la vida.
Nos recibió en su taller -que antes fue de su padre y de su abuelo- en donde atesora una colección de árboles de distintas formas y tamaños hechos de barro.
Los más impresionantes los tiene en una vitrina. Se necesita una lupa para poder apreciar los detalles de las hojas y también de los ojos de los personajes incrustados entre las ramas.
Pusimos una moneda de 10 centavos al lado de aquella diminuta escultura para dimensionar el tamaño.
Hilario, el escultor del árbol de la vida
Hilario es un apasionado de su trabajo. Generoso y paciente, hizo que todos tomáramos un poco de lodo para enseñarnos a elaborar los pétalos de una flor.
Fue un éxito. Nos demostró en un par de minutos que cualquiera puede ejercitar la habilidad para trabajar la tierra, siempre y cuando lo haga con amor.
Estas obras de barro sirvieron para evangelizar, es decir, describir de manera didáctica algunos pasajes de la biblia, por ejemplo, el arca de Noé o la creación de Adán y Eva.
El árbol de la vida que retó a Hilario
¿Cuál ha sido el árbol que más trabajo te ha costado hacer? Realicé la pregunta de rutina, pero la respuesta fue inesperada.
Un día llegó un enviado del expresidente y me dijo, Hilario tienes que hacer un árbol para el Papa Francisco.
Hilario trabajó día y noche para entregar la obra que entregó en un par de semanas, cuando normalmente se tarda tres o hasta cinco meses en realizarla.
Agotado por el esfuerzo que implicó aquel encargo, Hilario entregó a tiempo el árbol de la vida.
Su recompensa -además del pago- fue que le concedieran entregar la pieza y saludar al Papa para explicarle los detalles de su escultura.
Hilario conserva la foto de ese momento pero no está exhibida en ninguna pared.
Él dice que cualquier cliente es tan importante como el Papa, porque el árbol de la vida le da sombra a todos por igual.
Esa obra de Hilario Hernández está exhibida en uno de los pasillos del Vaticano.
Todos los días es regada con miradas.
Es tierra viva con ramas que nunca mueren. Es árbol inmarcesible.