¡Playball! Día de gloria para el beisbol de las Grandes Ligas. Vuelven los ecos poéticos, simbólicos y musicales de los parques alrededor de la unión americana. Como el duro roble de los bats y el cuero de las costuras en la pelota, su madurez se da con el tiempo, como los buenos vinos.
Tal como lo expresa la aficionada ficticia, Katie Casey (cuyo amor por la pelota caliente queda plasmado en el clásico “Take Me Out to The Ballgame”, al decirle a su novio que la lleva al partido en lugar de al teatro) en la famosa composición de Jack Norwoth, letra de Albert von Tilzer y con los voces icónicas del gran Frank Sinatra acompañado de Gene Kelly (en la película del mismo nombre).
Pueden estar en los” bleachers” (en alusión de “Cheap Seats” de Alabama), en la loma de los lanzadores. También en el corazón de los grandes peloteros (recordando “The Greatest” de Kenny Rogers) y leyendas del juego, como lo es Joe DiMaggio y su famosa frase: “Cuando el béisbol no es divertido, ya no es un juego” (y que trae a la menta la presentación de Paul Simon entonando “Mrs.
Robinson” frente a Joltin’ Joe en la catedral Yankee Stadium).
En el recuerdo quedan aquellos días patrullando el jardín central (con ecos de “Centerfield” de John Fogerty)
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Ahí es donde se transforma la mística, cabalística y estadística del diamante, esa que brilla sin importar que sea la séptima entrada de la suerte (Lucky Seven) o el fatídico noveno inning. Las grandes epopeyas líricas se escriben pitcheo por pitcheo y vuelven emblemáticos los himnos sonoros del Rey de los Deportes al escuchar: For it’s one, two, three strikes, you’re out, at the old ball game. (Por que es uno, dos, tres strikes y estás fuera, en el viejo juego de pelota).