Solo si se toca el alma, te pagarán con lágrimas cuando ya no estés. Ayrton Senna Da Silva, rompió los corazones de centenares de miles principalmente en su Brasil el día de su muerte.
El fin de semana del 29, 30 de abril y primero de mayo de 1994 fue tan negro, que la tragedia envolvió como nunca a la Fórmula Uno. El viernes en las prácticas Rubens Barichello salvó la vida increíblemente, pero ahí se terminaron los milagros.
El sábado en la calificación, el austriaco Roland Ratzenberger perdió la vida.
Todos los pilotos estaban sacudidos, Senna uno de los más afectados, no había sonrisa, la angustia y preocupación eran evidentes, vivía la tensa calma antes de la tempestad. Sid Watkins era el encargado de los servicios médicos y amigo de Ayrton, ese sábado le ofreció algo inaudito, pero el destino de Ayrton estaba trazado.
“Por que no, los dos renunciamos y nos vamos a pescar. Cuando le decías algo serio a Senna él se tomaba un largo tiempo antes de honestamente contestar, miró hacia el horizonte por al rededor de un minuto y luego se volteó hacia mí y dijo, tengo que seguir”
El domingo, previo a la carrera se le notaba tenso cuenta su novia de aquel momento que Senna le dijo que no quería correr.
Recien iniciaba el Gran Premio de San Marino y la curva llamada Tamburello le arrebató la vida.
Sid Watkins lo atendió en la pista y dijo: “Noté una sensación extraña, como si su cuerpo abandonará su alma y luego se relajo”
Y es que dicen que cuando se le acaba la suerte a un piloto no hay nada más que hacer, Senna no tuvo huesos rotos ni moretones, solo se le fue la vida.
Si una palabra puede definir a Senna es brillantes, lo que hizo en la pista fue mágico, se defendía como nadie aún en desventaja.
Su valentía iba más allá de un rebase, por eso lo amaban.
Simplemente era el mejor en las condiciones más adversas como en lluvia.
Su carácter nunca le permitió ser segundo lugar, era primero o nada, por eso vivió una de las mejores rivalidades con Alain Prost quién terminaría por ser su amigo.
Con las cosas en su favor o en contra, Senna jamás dejó un metro sin asfaltar para el día de su muerte ser considerado una leyenda tres veces campeón mundial.