Derek Redmond será recordado no por sus resultados en los Juegos Olímpicos de Barcelona 92 sino por su espíritu que lo ha hecho trascender en el tiempo. Redmond había clasificado a la semifinales de los 400 metros planos con el mejor tiempo en su ronda y su objetivo era colgarse una medalla en la final, a la cual llegaría como favorito.
A los pocos segundos de que arrancó la semifinal el corredor se llevó la mano a la pierna y se dejó caer sobre la pista. Se había lesionado y no podía seguir adelante. Redmond se puso de pie con todo y la lesion, sabiendo que ya no podría competir más, hizo a un lado la camilla y comienza a cojear para llegar a la meta.
Por atrás de él alguien llega corriendo y sin importar la seguridad lo agarraron de la mano y cintura era su padre que saltó al tartán para ayudarlo a alcanzar la meta. Redmond llegó en el último lugar, logró terminar la prueba de mano de su padre y fue el final de su carrera.
Eso rebasa límites de lo que te pueda dar un resultado
olímpico
, es lo que representa el estar ahí y nunca nunca claudicar. Hoy Redmond Es recordado 28 años después, por esa hazaña que lo hace único y un ejemplo para el mundo.