“Tengo miedo de que todo esto se acabe”, decía Salvatore Schillaci, el mismo año que salió del anonimato para convertirse en una de las estrellas de la Copa del Mundo de Italia 1990. Este 18 de septiembre, a los 59 años de edad, ha muerto por un cáncer de colon que lo tuvo hospitalizado varios días.
Pocos son los jugadores que tienen el honor de haber finalizado un Mundial como máximo anotador del torneo y ‘Toto’, como se le conoció en el mundo del futbol, lo hizo en uno que se caracterizó por el juego áspero y poco espectacular de la mayoría de las selecciones nacionales.
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Él, con la italiana, tuvo un paso casi fugaz, pero memorable en cada suspiro. Debutó en 1983, con la Messina, un club que oscilaba entre la Serie B y la Serie C del futbol italiano. Seis años —y apenas uno con cifras que llamaron la atención (23 goles en una campaña)— le tomó ser visto por la Juventus, que lo contrato en 1989.
En su primera temporada como ‘bianconero’, el atacante se sobrepuso a las críticas que había provocado su arribo a Turín y destacó con 21 anotaciones; además, contribuyó a la consecución de la Copa de la UEFA de 1990 y fue así que, tres meses antes de la justa mundialista, recibió un llamado a la ‘azzurra’.
Salvatore Schillaci se consagró en el Mundial Italia 90
Fue ese verano el que lo consagró como una leyenda. ‘Toto’ era la última opción del entrenador Azeglio Vicini; sin embargo, esto cambiaría con el andar del campeonato. En el debut del combinado local, contra Austria, entró con menos de 15 minutos para el final e hizo el gol del triunfo.
Frente a los Estados Unidos, volvió a ingresar desde el banquillo y, aunque no anotó, se ganó la titularidad. Ante Checoslovaquia, en el último duelo de la fase de grupos, volvió a marcar. ¿Octavos de final, contra Uruguay? Schillaci abrió el marcador.
Ya por entonces, era amado en el país de la bota. Le repitió la dosis goleadora a Irlanda, en cuartos de final; a Argentina en la recordada semifinal celebrada en Nápoles (aunque no pudo evitar la eliminación) y a Inglaterra por el tercer lugar.
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Seis goles en siete partidos lo llevaron a ser segundo en la votación del Balón de Oro de aquel 1990, su última gran memoria en Europa, porque los dos cursos que siguieron con la ‘Vecchia Signora’ fueron pobres en cuanto a cifras y en 1992 pasó al Inter de Milán, entidad en la que no se consolidó y, apenas un par de años más tarde, partió a Japón para jugar cinco años más como profesional.
“Ni siquiera un loco se hubiera podido imaginar todo lo que me ha sucedido. Aquel Mundial me cambió la vida. Estuve en el lugar correcto en el momento adecuado”, declaró tiempo después el hombre que deslumbró al mundo hace 34 años y para quien, hoy, todo ha terminado.
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