La consagración futbolística que Luis García vivió con los Pumas y la aventura europea que de ahí emanó, generaron altas expectativas en torno a su regreso al futbol mexicano. En 1994, dos años después de su partida al Atlético de Madrid, la afición azteca se mostraba ansiosa por volver a ver al ‘niño artillero’ en el torneo local.
Su temporada en la Real Sociedad había sido complicada; la repatriación del ídolo parecía el camino más viable para retomar el rumbo goleador que lo caracterizó durante su etapa como auriazul y, posteriormente, colchonero. Fue el América, su equipo de la infancia, el que consiguió traerlo de vuelta.
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En la década de los 80, mientras labraba su camino hacia el profesionalismo, Luis no perdía detalle de las Águilas, pero su incesante deseo de ponerse la casaca azulcrema fue contenido por un consejo de su círculo cercano: “Al América, se le llega por arriba”. Fue entonces cuando los felinos y Bora Milutinovic aparecieron en su senda.
A finales de 1994, el ‘Doctor’ añoraba jugar de manera regular y, en San Sebastián, carecía de garantías. La seguridad que buscaba estaba en Coapa, al sur de la Ciudad de México. En 1995, por fin, se vistió de emplumado y capitalizó el sueño de su niñez.
“Llegué al América como Secretaría de Estado”
Hoy, más de 25 años después, García Postigo recuerda su retorno a México con una frase descriptiva: “Como dijo mi papá, le llegué al América como Secretaría de Estado, regresando de España”.
Aunque no logró emular el bicampeonato de goleo o el título de liga que ganó con los universitarios, el hombre que creció en Ciudad Satélite no tardó en posicionarse como un referente del americanismo. Los 38 goles que marcó vestido de amarillo y un currículum envidiable para su corta edad fueron credenciales para ganarse el cariño de los aficionados.
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Aún en la actualidad, hay quienes aseguran que volver a su tierra fue una decisión prematura. La realidad es que Luis García tenía objetivos pendientes y el cumplimiento de estos pasó a formar parte de un legado único.
