Para Justin Gatlin , Tokyo 2020 significará la oportunidad para reivindicarse con la historia y el Dios del Viento. Tras colgarse el oro en Atenas 2004, la figura estadounidense del atletismo estaba llamado a ser uno de los más grandes en la prueba reina.
Pero su carrera se oscureció en escándalos de dopaje. En 2001 fue castigado un año tras dar positivo por anfetaminas y alegó que tomaba el medicamento desde niño por déficit de atención.
En 2004, Gatlin confirmó todas las expectativas que se tenían sobre él, al ganar la Medalla de Oro en los Juegos Olímpicos de Atenas con un crono de 9.85 s. Superando así en los 100 metros al nigeriano Francis Obikwelu y estadounidense Maurice Greene. Con aquel tiempo rompió su marca personal. Gracias a estos éxitos en el mundial, fue galardonado con el Trofeo Jesse Owens al mejor atleta del año en 2004, estatuilla que también han ganado reconocidos velocistas como Carl Lewis, Florence Griffith y Edwin Moses.
Te puede interesar: ¡Faltan 30 días! para los Juegos Olímpicos de Tokyo 2020
En 2006 volvió a oscurecerse su carrera, al ser inhabilitado 4 años al dar positivo por testosterona lo que le impidió participar Pekín 2008. Tras cuatro años ausente, Gatlin hizo su regreso triunfal a las pistas en agosto de 2010, ganando los 100 metros con un tiempo de 10,24 s. Con el paso del tiempo fue recuperando su condición física, hasta imponerse nuevamente como uno de los velocistas más destacados de Estados Unidos. En 2011, consiguió el segundo lugar en los 100 metros del Campeonato de EE. UU y representó a Estados Unidos en el Campeonato Mundial de Corea, quedando eliminado en las semifinales.
Te puede interesar: Las medallas olímpicas de Usain Bolt en el atletismo
Pero Justin Gatlin se sentía en deuda consigo mismo, vivir bajo la sombra de Usain Bolt no es sencillo y se prometió derrotarlo. En 2017 sorprendió al mundo entero, venció en los 100 metros del mundial de Londres al rey del viento. Con 39 años y sin Usain Bolt, Tokyo 2020 es la oportunidad de Justin Gatlin de ofrecer disculpas, llevar un tributo de oro colgado de su pecho para que lo rediman y los dioses lo admitan en el olimpo de la velocidad.