El Chelsea, último campeón de la Champions League , enfrenta uno de los peores momentos de su historia tras las sanciones que recibió Roman Abramovich. Al club londinense solo se le ha permitido seguir operando y sosteniendo partidos bajo las condiciones establecidas por el gobierno británico a través de una licencia especial, pero se le han fijado límites para gastos y se le ha prohibido vender boletos, algo que tiene como resultado pérdidas millonarias.
El pasado 10 de marzo el Chelsea cumplía 117 años, pero las cámaras y los micrófonos de los periodistas tenían otro objetivo. En ese momento, la compañía telefónica y su principal patrocinador, anunciaba la suspensión de su patrocinio por el que el Chelsea ingresaba 47 millones de euros anuales.
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Un golpe a la economía del equipo, que podría enfrentarse a una deducción de 9 puntos en la Premier League si no equilibra sus cuentas. Pese a sus vínculos con Vladimir Putin, la afición del Chelsea conserva su aprecio por Abramovich, que va a ser difícil de olvidar.
El Chelsea vive una extraña realidad
Abramovich había anunciado de antemano planes para vender al club la semana pasada antes de ser sancionado el jueves por sus vínculos con el presidente ruso Vladimir Putin a raíz de la invasión de Rusia a Ucrania. Existen varios interesados en comprar al club, entre ellos el inversionista de bienes raíces británico Nick Candy y Todd Boehly, uno de los dueños de los Dodgers de Los Ángeles, de Grandes Ligas.
El multimillonario de 55 años, ya fue sancionado por el gobierno del primer ministro británico Boris Johnson. Además de su pasaporte ruso, Abramovich tiene también ciudadanía portuguesa, por lo que no queda claro cómo le afectaría la prohibición de viajar dentro de la UE.
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Por lo pronto, y a pesar de las restricciones económicas impuestas, el Chelsea enfrenta mañana al Lille para jugar la vuelta de los octavos de final de Champions League.