Las calles de la Ciudad de México se tiñeron de rojo, tras encontrar el cadáver de un joven con los dedos de una de sus manos mutilados y con múltiples marcas de tortura.
Los agentes de la Unidad de Investigación Criminal (UNIC) acudieron a la escena del crimen, donde se encontraron con una desgarradora escena, pues la víctima era un joven de aproximadamente 17 años. Los detectives Bruno Barraza y Ariel Aragón interrogaron a un indigente que se encontraba por la zona, el cual les confirmó que no era el único cuerpo que se había encontrado en la colonia, siendo esta una pieza clave para la investigación.
Ya que al identificar anteriores víctimas se consiguió detectar el modo en el que el asesino buscaba a sus presas, siendo jóvenes en situaciones vulnerables, los cuales se encontraban en las calles o que sus padres los tenían en el olvido, por lo cual sería muy difícil que reportaran su desaparición.
Tras seguir las investigaciones, se dio con la identidad de la víctima, el cual tenía más de un año de desaparecido, evidencia que ayudó a dar con el primer sospechoso del caso. Un hombre de edad media con antecedentes criminales en contra de jóvenes, el cual encajaba perfecto con el perfil del presunto asesino.
Los detectives Bruno Barraza y Sofía Salabeth siguieron al sospechoso a una fábrica abandonada, terminando con una red de pornografía infantil, pero el caso seguía abierto ya que no era su asesino.
El uniforme del crimen
Las agentes Ariel Aragón y Guadalupe González, se dispusieron a buscar la sastrería responsable de confeccionar los uniformes con los que se habían encontrado a las víctimas.
Dando así, con un local de una pareja de sastres, los cuales lograron crear un retrato hablado del asesino, creando una gran oportunidad para localizar más rápidamente al culpable de tan espantosos asesinatos y poder rescatar a los niños que tenía cautivos.
¡El dolor puede cambiar a las personas!
Una vez que la UNIC dio con la ubicación del asesino, entraron en acción llegando a una mansión donde los vecinos decían que vivía un importante empresario y su sobrino, el cual siempre utilizaba uniforme.
Al entrar al domicilio, los agentes encontraron a Arely, una muchachita con los dedos mutilados, huyendo del asesino, el cual llevaba una tabla de madera con la que amedrentaba a los jóvenes para tenerlos controlados.
Los agentes actuaron detonando dos balazos en contra de “El Cuidador”, el cual encontraría su destino en el patio de lo que había vuelto una prisión para jóvenes.
Durante la detención se encontraron a más jóvenes los cuales mostraban signos de desnutrición y deshidratación severa, los cuales testificaron que tenían 5 llamados de atención ya que con cada vez que desobedecieran se les cortaba un dedo. Este método lo utilizaba el asesino, ya que buscaba adoctrinarlos bajo la filosofía de que “el dolor puede cambiar a las personas”.
