Entre 1863 y 1867, el príncipe austrohúngaro Maximiliano de Habsburgo y su esposa Carlota convirtieron a México en un imperio. Al ser traído por los conservadores y algunas potencias de Europa, Maximiliano mostró un carácter muy liberar al momento de gobernar, ocasionando que dejaran de apoyarlo militarmente. Los liberales encabezados por Benito Juárez se enteraron de esto y fueron tras el emperador.
Según el relato oficial de los libros de historia, Juárez le puso fin a la vida del último emperador junto con el Imperio el 19 de junio de 1867, siendo fusilado en el cerro de las campanas en Querétaro, sin embargo, existe una teoría que cuenta una versión distinta.
¿De que habla esta teoría?
De acuerdo con esta teoría, Maximiliano le prometió a Benito Juárez que tendría un bajo perfil y no se volvería a identificar de la realeza europea, a cambio de perdonarle la vida y lo dejara escapar, a lo que el político mexicano habría accedido.
Se cuenta que Juárez lo único que deseaba era matar el imperio que había formado, pero no al hombre, por ello, se cuenta que le perdonó la vida a Maximiliano. De esta manera, le dio un salvoconducto hacia El Salvador para que ahí viviera por el resto de sus días, bajo el nombre de Justo Armas.
¿Cómo surge esta teoría?
Durante más de 15 años, Rolando Deneke, arquitecto e investigador salvadoreño se dedicó a investigar sobre la leyenda de “Don Juan Armas” y su conexión con el archiduque, de quien tanto le había hablado su abuela. Reunió muchas pruebas que demostraron que la teoría puede ser cierta, que Maximiliano de Habsburgo vivió hasta la edad de 104 años en El Salvador.
¿Cuáles son las pruebas que existen?
La primera prueba es que cuando los gobiernos europeos pedían que se repatriara el cuerpo de Maximiliano, el gobierno mexicano siempre ponía pretexto y cuando lo hicieron, la madre del archiduque lo único que pudo decir es: “ese no es mi hijo”.
La segunda prueba es que Armas mantenía en su casa objetos que pertenecían a Maximiliano, como unos cubiertos, que Duneke comparó con unos reales que existían en México, identificando que eran idénticos.
La tercera prueba fue la caligrafía que ambos tenían, comparadas en laboratorios de Florida, los resultados fueron ser sorprendentes, ya que si era la misma letra.
La última prueba debía ser la definitiva y mediante los restos de Juan Armas y los de un pariente por línea materna directa de Maximiliano, se realizó una prueba de ADN y dio positiva.
Lo único que hace falta es que los historiadores tomen en cuenta estas pesquisas, o en el peor de los casos que esta intrigante historia quede, de nuevo, en el olvido.
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