Todos conocemos la Navidad como una época de amor, generosidad y esperanza, en la que celebramos el nacimiento del niño Jesús rodeados de luces, familia y buenos deseos. Sin embargo, lo que muchos no saben es que el origen de esta festividad tiene un lado oscuro y macabro. A continuación, te contamos cómo comenzó esta tradición que hoy conocemos y qué secretos guarda.
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El origen de la Navidad
De acuerdo con datos históricos, las festividades navideñas tienen sus raíces en antiguas celebraciones romanas de invierno, como las Saturnalias, que se celebraban entre el 17 y el 23 de diciembre. Estas festividades eran todo lo contrario a lo que hoy asociamos con la Navidad. En ellas, abundaban los excesos, el vino fluía libremente, y las orgías y festejos eran parte central de las celebraciones. Este ambiente festivo y desmedido no tenía nada de religioso, sino que más bien se centraba en honrar a Saturno, el dios de la agricultura.
El 25 de diciembre como fecha para el nacimiento de Jesús fue adoptado por la Iglesia en el año 340 d.C. por el Papa Julio I, quien estableció esta fecha con el fin de coincidir con las celebraciones paganas y facilitar la conversión al cristianismo de los pueblos británicos. Las festividades comenzaban el 19 de diciembre y culminaban el 25. Durante este período, se permitía que los esclavos intercambiaran roles con sus amos y los ricos repartieran regalos a los pobres. Así, el origen de la Navidad como la conocemos está vinculado con la evangelización y las costumbres de la época, que con el paso de los siglos se han transformado en lo que hoy celebramos, dejando atrás sus raíces paganas.
El turbio origen de Santa Claus
Santa Claus, o Papá Noel, tiene un origen también sorprendente. La figura de Santa Claus proviene de San Nicolás, un obispo del siglo IV conocido por su generosidad. Originalmente, San Nicolás no vestía de rojo, sino de verde, y fue en una Navidad cuando vio a tres jóvenes que se dedicaban a la prostitución y carecían de alimento. Con la intención de ayudarlas y darle un giro a sus vidas, San Nicolás lanzó tres monedas por la chimenea, las cuales terminaron cayendo dentro de las medias que las jóvenes tenían secando. Este acto de generosidad comenzó a asociarse con la figura del “regalador de los niños”.
A lo largo de los siglos, la figura de San Nicolás fue evolucionando hasta convertirse en el icónico Santa Claus que conocemos hoy, con su traje rojo, barba blanca y una imagen mágica asociada a la alegría y la recompensa a los niños que se comportan bien durante el año. Esta transformación, en parte gracias a la publicidad, lo convirtió en un símbolo de esperanza y magia en la Navidad.
Krampus, el ser que castigaba a los niños
Pero la Navidad no solo trae consigo personajes benevolentes. En las antiguas tradiciones, junto a San Nicolás existía otra figura que aterrorizaba a los niños traviesos: Krampus. Este ser mitológico, con apariencia de demonio, recorría las aldeas durante las festividades de Navidad castigando a los niños desobedientes. Mientras San Nicolás premiaba a los buenos, Krampus se encargaba de azotar a los niños mal comportados o, en algunas versiones, incluso los secuestraba.
A lo largo de los siglos, Krampus se ha mantenido como una figura del folklore europeo, especialmente en países como Austria, Alemania y Hungría. Aunque hoy en día se le conoce principalmente como una figura mítica asociada al lado oscuro de la Navidad, en su tiempo formaba parte integral de las celebraciones, enseñando a los niños a temer el castigo por su mal comportamiento.